martes, 27 de febrero de 2007

INLAND EMPIRE


"INLAND EMPIRE"
Dirección: David Lynch
Intérpretes: Laura Dern, Jeremy Irons, Justin Theroux, Harry Dean Stanton, Grace Zabriskie.
EEUU, 2006. 180'


Según cuenta en varias entrevistas, lo que mas le fascinó a David Lynch durante su estancia en México rodando “Dune” para Dino de Laurentiis fue contemplar la parte trasera de los decorados. En “Inland Empire”, su segunda reflexión sobre Hollywood tras “Mulholland Dr.”, retoma esa obsesión, desarrollando la historia entre las bambalinas de un rodaje. Protagonizada por Laura Dern en el papel de una actriz con el poco afortunado nombre de Nikki Grace, que acepta un papel en una película basada en una historia maldita: un anterior intento de llevarla a la pantalla terminó cuando los protagonistas fueron brutalmente asesinados. Como en anteriores viajes por territorio Lynch, la escisión de personalidad hará acto de presencia, y Nikki se confundirá con Susan Blue, el personaje que interpreta en un curioso melodrama sobre el adulterio que lleva el poético título de “On high and blue tomorrows”. A partir de ahí, la película se disocia de si misma, y se convierte en una sucesión de escenas que parecen funcionar en varios niveles de narración, sin que queden claros los limites que separan unos de otros.

El fantasma de Hollywood.
Cuando Lynch señala a Hollywood, no lo hace hacia el lugar físico, el barrio de Los Angeles que se ha convertido en el emblema de la industria del cine. A Lynch le interesa más bien el mito de Hollywood, ese lugar donde se construyen las historias, el gran narrador universal que provee de fantasía a todo el mundo. El lugar al que van las protagonistas de “Mulholland Dr.”, soñando con formar parte de esas fantasías, para descubrir la contradicción de querer vivir emociones en mundo hecho de imágenes. En “Inland Empire”, el realizador da un paso más y se cuestiona sobre el propio proceso de la narración. Cuando Nikki traspasa el límite de los decorados y se introduce en el “otro lado” se convierte en la protagonista no de una historia, sino de la creación de esa historia.

“Inland Empire” es un territorio flotante, difuso, en el que nos encontramos fragmentos de la vida de la actriz, del personaje, de sus proyecciones personales sobre ese personaje, de una anterior encarnación de ese mismo personaje, de la vida de la espectadora que ve la película, de sus proyecciones sobre el personaje interpretado por la actriz, y la transformación/catarsis que éste le revela. Por supuesto, todos estos niveles se desarrollan de una manera libre, sin causalidad ni continuidad espacio-temporal, aunque la película no deje de proponer de manera caprichosa extraños lazos entre ellos. Lo fundamental es el rol que da Lynch a la participación del espectador en la película, tanto dentro de la pantalla como fuera. Casi podríamos decir que en esta película el público es un personaje más, tan perdido como Laura Dern entre sueños y visiones propias y ajenas, y tan activo como ella buscando una explicación a todo lo que le rodea.

Improvisación
Para llegar a esa construcción Lynch ha desarrollado un proceso de trabajo diferente, partiendo de la improvisación, junto a su amiga Laura Dern, de escenas aisladas que luego descubrió que podía integrar en un conjunto. Ésta práctica es similar a la de sus creacciones experimentales para Internet, ya que al principio pensó que el proyecto podía encajar en su web de pago, www.davidlynch.com.

El uso de una cámara digital de baja definición realza la extrañeza de las imágenes. Lynch filma en primeros planos cercanísimos para aprovechar toda la distorsión que le proporciona el gran angular, fuerza la textura del video para que resulte más o menos granulosa según le interese, y no duda en utilizar el foco autómatico, con las imprecisiones en el enfoque que conlleva. El resultado es una imagen densa, casi opaca, muchas veces puesta al servicio de un diálogo prácticamente ininteligible, que además varía notablemente entre escena y escena, proporcionando un aspecto visual tan caprichoso como la propia trama.

A pesar de toda su densidad y gravedad, “Inland Empire” no deja de ser, como el resto de las películas de su director, irónica y juguetona. Lynch juega con la comprensibilidad de la historia y con las expectativas del espectador, creando pistas falsas y derivaciones de la trayectoria principal, ecos y repeticiones. Los personajes no dejan de preguntarse dónde demonios están, estallidos musicales cambian repentinamente el tono de la película, y Lynch demuestra que con sólo un decorado con sofá y unas risas de lata se puede hacer una sit-com. La mejor muestra de ello es el sorprendente estallido final al ritmo de “Sinnerman” de Nina Simone, y su desfile de fantasias, donde sólo falta que aparezca el propio Lynch, como una criatura más de la película.