jueves, 27 de marzo de 2008

Sweeney Todd. El barbero diabólico de la calle fleet.
















T.O: Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street

Dir: Tim Burton
Int: Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Alan Rickman, Timothy Spall.
USA, 2007, 116'

En 1979, Stephen Sondheim, estrenó en Broadway el musical “Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street”, basado en una vieja leyenda criminal londinense sobre un barbero aficionado a degollar a sus clientes y su poco escrupulosa amante, que rellenaba con sus cuerpos las peores empanadas de Londres. Con una compleja composición musical y una profusión de sangre que todavía no se había visto en las tablas del célebre barrio de la farándula, consiguó que la mitad del público abandonara el teatro a mitad de obra. Al final, se convirtió en uno de los pocos éxitos de taquilla del compositor, sin duda el nombre más relevante del musical moderno, pero que nunca ha tenido el tirón comercial de un Lloyd-Webber.

El proyecto de adaptar a la pantalla la obra rondó por los despachos de Hollywood durante 25 años, hasta que finalmente ha sido el californiano Tim Burton quien se ha llevado el gato al agua. Pocas personas, en principio, más adecuadas, ya que comparte con Sondheim el gusto por lo extraño y lo macabro a la vez que un profundo respeto por las formas más tradicionales y populares de narración. Burton sitúa el Londres sucio, humeante y de cielos permanentemente grises de la obra en los estudios Pinewood, donde el director artístico Dante Ferretti crea unos decorados físicos y palpables, y se apoya en las composiciones de dos intérpretes cómplices como Depp y Bonham-Carter para crear esos personajes que aparecen definidos más grafica que psicológicamente, y donde el actor tiene que aportar la plasticidad de su rostro y facilidad para la caracterización.

Burton, como es de esperar, aplica toda la parafernalia acostumbrada en los musicales de qualité, aunque la maniobra produce el extrañamiento de ver narrada con tanta pulcritud una sórdida historia de grand-guignol. El director deja de lado su habitual juguetón humor negro y factura un entretenimiento descaradamente gore, donde la sordidez de los personajes no deja lugar a la esperanza. Sweeney Todd es un hombre devorado por el deseo de venganza, que se ve envuelto en un sórdido romance con su vecina Nellie Lovett. Sus mezquinas ansias de movilidad social la convertirán en cómplice de sus crímenes. Los ambientes opresivos y sucios están tratados con el lujo de una superproducción de época.El efecto es el mismo que se debió producir cuando se estrenó la obra en Broadway, e impactó el tratamiento sinfónico y operístico de un tema propio de una gacetilla sensacionalista.