lunes, 21 de abril de 2008

Rebobine, por favor


T.O: Be Kind, Rewind
Dirtector: Michel Gondry
Int: Jack Black, Mos Def, Danny Glover, Mia Farrow.
EEUU, 2008, 101'

Esto es Nolliwood
Rondando el año 1993, los vendedores de aparatos de vídeo del barrio de Idumota, en Lagos (Nigeria), decidieron dar un extra con la compra de sus productos. Encargaron argumentos, consigueron actores, cogieron una videocámara vhs y grabaron una serie de películas de temática variada que vendían o alquilaban en sus locales. Con el paso del tiempo, esto se ha convertido en lo que la prensa occidental, con su habitual falta de originalidad, ha dado en llamar “Nollywood”: la tercera industria cinematográfica más importante del mundo (tras Hollywood y Bollywood), que mueve unos 200 millones de dólares al año y cuyas cintas son una seña de identidad cultural entre los nigerianos repartidos por todo el mundo.

¿Qué es una película de Nollywood? Una cámara, un grupo de actores y una casa que se ha tomado prestada. “El sonido a veces no es bueno porque el ruido de los generadores de luz ahoga las voces de los personajes, pero quizá ahí esté el éxito. No hay apenas efectos especiales, todo se hace con lo más barato, y por eso la gente se identifica con nuestro cine porque ve su vida cotidiana metida”, señala Afolabi O. Olusegun, productor. Para Afolabi Adesanya, director de la corporación de cine nigeriano, un organismo gubernamental, “Es el nuevo socialrealismo africano. Lo más importante de estas películas es que cuentan nuestras historias, pero sin el toque intelectual que tenían las de los directores nigerianos de los sesenta en celuloide. Tenían siempre pretensiones artísticas y de reivindicación de la cultura africana. Ahora es sólo un negocio”

Aunque para la mentalidad occidental este realismo sea un tanto fantástico, las propias películas se encargan de señalar que África es otro territorio, y lo que vale para occidente puede que no sirva aquí. ¿Temas? Lo más cercanos al público: el sida, las guerras de bandas, la difícil convivencia entre tribus y la mutua incomprensión entre africanos y occidentales. El cine de Nollywood no se corta a la hora de hablar de temas que no dejen precisamente en buen lugar a la sociedad a la que van dirigidos, ni de mostrar las ancestrales costumbres del país, de tal manera que muchos nigerianos que han inmigrado se las enseñan a sus hijos para que conozcan el lugar del que proceden.

Cabeza borradora

¿Qué tiene que ver todo esto con la última película de Jack Black? Pues que en ella el cómico interpreta a Jerry, quien tras un fallido intento de sabotear una central eléctrica, regresa al videoclub donde trabaja su amigo Mike (Mos Def) con la cabeza magnetizada, lo que provoca que inmediatamente se borren todas las cintas VHS del establecimiento. Mike no quiere decepcionar a su jefe y mentor, el señor Fletcher (Danny Glover) por lo que para satisfacer la demanda la pareja no tendrá más remedio que filmar remakes caseros de las películas que los clientes les solicitan. De esta manera, crean un nuevo género cinematográfico, el “suecado”, que conseguirá triunfar al convertirse en la forma de expresión idiosincrásica de la degradada comunidad de la que forman parte.

Michel Gondry ya había acreditado en anteriores películas su afición por un cine construido con herramientas caseras y artesanales. En “Olvidate de mi” (“Eternal Sunshine Of The Spotless Mind”, 2004) y sobre todo, en “La ciencia del sueño” (“La science des rêves”, 2006) exhibía un gusto por el vestuario hecho con papel de aluminio, los decorados construidos con hueveras y monitores de televisión fabricados con cajas de cartón recortadas. Aquí, se decide a dar un paso más y muestra el proceso de construcción de una de esas películas, con métodos tan artesanales como ingeniosos.

¿Por qué? “He tenido esa idea durante años, la de un chaval que se pondría a rehacer películas famosas. Eso se fundió con otra idea, la de que la gente podría crear sus propios espectáculos y disfrutarlos después, porque son suyos. Y las películas no tendrían que estar técnicamente logradas, porque sería como ver una película casera. No la ves por la técnica, sino porque te recuerda los buenos momentos que pasaste con tus amigos. Te refleja, te pertenece. Así que pensé que loa gente podría, en vez de gastarse su dinero en ir a ver un blockbuster, ponerse a hacer sus propias películas” En “Rebobine, por favor”, Gondry plantea el tema de cómo una forma de expresión popular puede surgir en una determinada comunidad y consolidarse cómo forma de expresión de ese grupo humano.

Al principio de la película, Gondry nos presenta a Mike y a Jerry mientras estos elaboran un graffiti dedicado a la figura de Fats Weller, el legendario pianista de Jazz y héroe local. El graffiti fue, en su origen, una forma de expresión callejera y espontánea, mitad protesta, mitad intento de embellecer una realidad degradada, pero en su evolución, se ha visto apropiado por otras formas mas institucionalizadas, como la publicidad. El coprotagonista de la cinta, Mos-Def, también tendría algo que decir sobre esto, pues si principal faceta es la de cantante de Hip-hop, una expresión musical que surgió como voz de las comunidades negras más pobres que vivían en los barrios marginales de las grandes ciudades norteamericanas (la CNN del guetto, se le dio en llamar en sus orígenes), pero que se ha visto transformado comercialmente, hasta llegar a copar buena parte de la parrilla de la cadena MTV. ¿Cuál es la frontera entre una forma de expresión popular y su casi inevitable apropiación por el mercado?

El hecho de que la pareja se dedique a crear nuevas versiones de éxitos Hollywoodienses de los años 80, como “Robocop” (ídem, Paul Verhoeven, 1987) o “Los cazafantasmas” (“Ghostbusters”, Ivan Reitman, 1984) revela cómo desde hace un par de generaciones, la creatividad occidental está ligada a los espectáculos audiovisuales consumidos durante la infancia y primera adolescencia. Algo que podemos observar también en los intentos de varios jóvenes estadounidenses en hacer de forma casera remakes exactos de las películas de Indiana Jones o de la guerra de las galaxias. ¿Por qué dedicar tanto tiempo y esfuerzo en volver a hacer algo que ya existe en vez de crear algo nuevo y único? Parece que los Blockbusters de Hollywood y las series de televisión que el azar de la programación haya hecho que veamos son los nuevos cuentos de hadas.

Manualidades
El intento de Mike y Jerry no llegaría demasiado lejos si simplemente se quedaran ahí, pero llevados por las exigencias de la producción, deciden contar con una estrella femenina, y encuentra a Alma, una joven latina empleada en una lavandería. Ella propondrá la idea de hacer que sean los propios clientes del videoclub quienes protagonicen las películas que soliciten. De esta manera, consiguen que su público se identifique aun más con sus cintas, y nos regalan la ocasión de ver un remake de “Paseando a Miss Daisy” (“Driving Miss Daisy”, Bruce Beresford, 1989) protagonizada por Danny Glover y Mia Farrow. Sin pretenderlo, el grupo crea un nuevo socialrealismo de barrio de New Jersey, en el que la recreación de las fantasías de la adolescencia se funde con los temas sociales más cercanos, como la diversidad racial, que lleva a una pandilla de gamberros a recrear “Los chicos del barrio” (“Boyz n the Hood”, John Singleton, 1991)

Pero el éxito hace que se corra la voz y en estas que aparece Sigourney Weaver, interpretando a una abogada de los estudios de Hollywood reclamando, en defensa de la propiedad intelectual, la destrucción de todas las cintas grabadas y el cese de la producción. Resulta curioso comprobar cómo nuestras fantasías son en realidad propiedad de una pocas grandes empresas, y que la forma que nos permiten relacionarnos con ellas es exclusivamente unidireccional: por más que hayan formado parte de nuestra vida y de nuestra educación, pongamos, los personajes de Walt Disney o las canciones de los Beatles, nunca podremos reelaborarlas, contestarlas, adaptarlas o refutarlas (en este caso, “suecarlas”) como la tradición cultural ha venido haciendo desde siempre.

Michel Gondry se está revelando como uno de los mejores directores de comedia del cine actual. Su fórmula consiste en reelaborar las recetas tradicionales aportándoles un característico estilo de delirio visual de acabado artesanal. Aquí, Jack Black y Mos Def funcionan cómo la clásica pareja cómica de payaso listo y payaso tonto, dando la oportunidad a Black para que se desmelene algo más de lo que nos tiene acostumbrados. El estilo de gag físico hunde sus raíces en la comedia muda, y el toque poético de un Búster Keaton se funde con el cinismo y la desvergüenza de un Mack Sennett (por ejemplo en la escena de la orina magnética de Black). Aunque los críticos han comparado el discurso de la película con las comedias clásicas de Frank Capra, Gondry tiene como principal referente el Vittorio de Sica de “Milagro en Milán” (“Miracolo a Milano”, 1951), que también narraba el intento de una comunidad por crear sus propias formas de comunicación.

Dueño de una creatividad deslumbrante, las imágenes de Gondry están tan llenas de ideas que a veces nos apetece reprocharle que utilice el montaje ultrarrápido que hereda del videoclip y la publicidad, sus anteriores ocupaciones: queremos detenernos más en cada plano, ver con pleno detalle cada uno de los artefactos que aparecen brevemente al fondo. Esto es más evidente en esta película, en la que todos esos artefactos forman parte de la trama: un libro que vuela sujeto a una caña de pescar, una cámara conectada a un ventilador giratorio para hacer panorámicas imposibles…A Gondry no le interesa tanto el resultado final de estas producciones como su elaboración, tampoco se detiene en parodiar o poner en cuestión los títulos de Hollywood que le sirven como referencia ya que su intención consiste más en analizar el impacto emocional que provocan en su público.

Print the legend
En el momento más bajo de su negocio, cuando se les acaba la posibilidad de crear nuevas versiones de viejos éxitos, al dúo no le queda más remedio que crear una película original. Para ello, ¿Qué mejor que contar la historia de la leyenda local, el músico Fats Waller? El equipo se pone manos a la obra con su gran producción, “Fats Waller nació aquí”. No les importa mucho que realmente el pianista hubiese nacido en Harlem, New York, y no en Passaic, New Jersey. Se dan cuenta de que una comunidad que crea su propia forma de expresión tiene libertad para definirse a sí misma buscando sus héroes incluso entre personajes olvidados del pasado, un pasado que también puede modificarse a medida con el fin de crear relatos que den cohesión a las relaciones sociales.

De esta manera Gondry viene a sugerir que una comunidad debe ser libre de expresarse a su propia manera para aspirar a tener una identidad propia, pero la maniobra no deja de ser ambigua. ¿Hasta que punto es posible que una manifestación cultural propia no acabe siendo asimilada por instituciones más poderosas o corrompida por la posibilidad de hacer fácilmente grandes cantidades de dinero? ¿Cómo se puede crear un vínculo artístico entre una comunidad teniendo en cuenta el poder firmemente establecido de unos medios de comunicación centralizados que persiguen sus propias agendas? ¿Sería posible crear, como hacen Mike y Jerry en la película un mecanismo que permita a una comunidad reconocerse a sí misma por lo que la une en vez de verse cómo una aglomeración de individuos diferentes e irreconciliables? De todas estas cosas trata “Rebobine, por favor”, y además es terriblemente divertida.

sábado, 5 de abril de 2008

Juno


T.O. "Juno"
Director: Jason Reitman
Intépretes: Ellen Page, Michael Cera, Jenifer Garner, Jason Bateman.
EEUU, 2007, 97'

La peli indie de moda esta temporada es esta pizpireta comedia sobre el embarazo adolescente.

.La adolescencia es un tema bastante mal tratado por la narrativa, casi tanto como por los planes educativos. Quizá porque aunque el tránsito a la edad adulta en el ser humano no es tan radical, como, pongamos, el del gusano de seda, no deja de tener sus complejidades. Tierra de nadie repleta de arenas movedizas, es por definición un periodo de transición, donde nada está definido, un territorio de dudas, pasos en falso, actitudes extremas, simulacros de seguridad, intentos confusos de aparentar madurez, cambios de actitud repentinos e imprevisibles, volubilidad emocional, y un largo y elástico etcétera difícil de categorizar incluso para los psicólogos y demás profesionales que inundan las librerías con manuales de instrucciones para perplejos progenitores.

Por ello, las representaciones en el cine, y también de la literatura, nos presentan con frecuencia a personajes de una madurez increíble para la edad que dicen tener. Tiene claros sus objetivos, y con frecuencia se dedican incluso a darles consejos y ejemplo a los personajes adultos, que aparecen retratados como mucho más inmaduros en comparación. Podemos reconocer estos arquetipos en las típicas narraciones “rites of passage”, en la que se nos describe los inconvenientes que tienen que superar unos mocosos para convertirse en adultos útiles a la sociedad, o en las historias seudoautobiográficas con las que algunas luminarias del mundo de la cultura echan un vistazo retrospectivo y autocomplaciente a aquellos confusos años, que desde la distancia se contemplan como el tortuoso aunque necesario camino hacia la sabiduría.

104%
Cuando a Juno MacGuff (Ellen Page), la adolescente embarazada que decide tener el hijo y dárselo en adopción a una pareja infértil, le pregunta Vanesa Loring (Jennifer Garner), la madre adoptiva, cómo está de segura respecto al tema de la adopción, ella responde con su habitual tono de ironía despreocupada que “sobre un 104%” segura. Así es Juno. Tiene las cosas muy claras. Cuando duda, cosa que ocurre un par de veces en la película (Con respecto al aborto, tema que se plantea al principio, y también con respecto a su relación con Bleeker (Michael Cera), el chico que la ha dejado embarazada) sopesa las cosas reflexivamente y toma una decisión. El resto de la película, se pasea mostrando una seguridad en sí misma envidiable, afrontando con una madura serenidad las inesperadas reacciones de su organismo y mostrando una desafiante nonchalance ante las opiniones de los demás, especialmente sus compañeros del instituto, algo no muy habitual en una jóven de esa edad.

Por si eso fuera poco, Juno, además, se permite observar el mundo que la rodea y emitir unos irónicos y jugosos juicios en los que emplea de manera muy personal la lengua de Shakespeare, detalle que ha sido de lo más alabado del guión y que ha permitido a la madre de la criatura, Diablo Cody, pasear el peor vestido que se recuerda en la ceremonia de los Oscar mientras recogía su trofeo a mejor guión. (Todo eso se ha perdido en la traducción, claro). En ese sentido, “Juno” funciona a la perfección como modelo de comedia indie desprejuiciada, aliñada con la habitual banda sonora con temas de Belle and Sebastián y Sonic Youth. Jason Reirman mide bién el tempo y el tono, las herramientas fundamentales de cualquier director de comedia, sabedor de que tiene entre manos un material muy goloso.

A pesar de todo, ni con el ingenioso guión ni con el estudiado cromatismo comiquero ni música indie se habría convertido “Juno” en el éxito del año si no fuera por el rostro de su protagonista, Ellen Page, sobre la que descansa gran parte del peso de la película. Page ya nos había llamado la atención como la caperucita vengadora de “Hard Candy” (David Slade, 2006), y aquí confirma que los elogios que cosechó por aquella película no fueron fruto de la casualidad. Con uno de esos rostros tocados por la gracia, la jóven canadiense ya se revela cómo una de las figuras emergentes del cine norteamericano. Aquí, crea un personaje memorable, gracias a la naturalidad con la que incorpora todas las excentricidades de su personaje, que en manos de otra actriz hubiera resultado francamente poco creíble, y que, con el carisma que Page le aporta, nos resulta cercano y familiar.

Paraísos indies
Está claro que esta historia de outsiders tan monos y carismáticos, de adolescentes sorprendentemente maduros que mantienen una actitud cuidadosamente despreocupada sobre la vida y que reaccionan con sorprendente naturalidad ante las derivas emocionales no tiene ningún parecido con la vida real o por lo menos pocos espectadores se sentirán reflejados en ella. Pero si que refleja la creación de la adolescencia como paraíso perdido, creado por el fenómeno indie para que los treinteañeros del nuevo milenio revivan una edad que nunca existió.

Reflejo de una falsa nostalgia que permite revivir el placer de experimentar emociones por primera vez pero sin las inseguridades y miedos que ello conlleva, sino con la sabiduría y seguridad que da la experiencia, “Juno” es la continuación de una tendencia de idealización de la adolescencia que inunda este comienzo de milenio, desde los comics independientes hasta el diseño de moda. Sólo la habilidad con la que está escrita y dirigida, y el talento de su protagonista la salvan del ridículo al que estaría abonado su planteamiento en manos menos sutiles.