viernes, 3 de julio de 2009

Still Walking

T.O: "Aruitemo, aruitemo"
Director: Hirokazu Koreeda
Int: Hiroshi Abe, Yui Natsukawa, You, Yoshio Harada.
Japón, 2008, 114'


En su penúltima película (acaba de presentar “Air Doll” en el festival de Cannes) , el japonés Hirokazu Koreeda recupera el tradicional género del shomin-geki: los contenidos melodramas familiares que practicaron cineastas como Mikio Naruse o Yasujiro Ozu en la época clásica del cine japonés. Aquellas películas se centraban en los conflictos generacionales entre padres e hijos, y sus protagonistas eran personajes de clase media, oficinistas o empleados. Ozu en particular logró un lugar prominente en el panteón cinematográfico poniendo en primer plano los acontecimientos triviales de la vida cotidiana (ceremonias del té, comidas familiares, reuniones de amigos, bodas o funerales) mientras, de fondo, el implacable paso del tiempo otorga a estos retazos de cotidianeidad una inesperada trascendencia.

Todo eso aparece en “Still walking”, que a simple vista podría incluso considerarse una especie de remake de “Cuentos de Tokio” (“Tokio monogatari”, 1953), la obra maestra de Ozu. La trama se centra en la visita que Ryota y Chinami, ambos ya cuarentones, visitan a sus ancianos padres acompañados de sus parejas e hijos. La ocasión consiste en recordar el duodécimo aniversario de la muerte del hijo mayor en un accidente. La reunión se celebra durante 24 horas, y el ritmo natural del paso de un día a otro estructura una serie de ceremonias familiares donde se cuelan ecos de vidas no demasiado armónicas: Ryota vive con la sensación de ser ninguneado por su estricto padre, que prefería claramente a su hijo fallecido, su mujer no se siente bien aceptada por su familia política, principalmente porque tiene un hijo de un anterior matrimonio, y la madre rompe ocasionalmente su contención emocional para expresar una turbulencia sentimental que se debate entre el odio y la melancolía. Nada de esto tiene demasiada importancia dramática, sin embargo; el motor dramático de la película consiste en el inevitable discurrir del tiempo, en las cosas que poco a poco dejan de existir.

Desde el principio, el ritmo de la película es el del lento paso de los ancianos caminando. Koreeda se apropia de varios recursos de estilo de Ozu, como las composiciones estables y el plano fijo, e incluso introduce varios pillow-shots, esos desconcertantes y característicos planos del maestro que mostraban lugares vacíos como elementos de transición entre secuencias, quizá para mostrarnos que nada podía estar realmente vacío, pues siempre permanecería de manera invisible la huellas de las personas que lo habían habitado. Por supuesto, los tiempos han cambiado, y tanto la planificación de la película como los propios personajes se permiten más espontaneidad de la que era acostumbrada en los dominios de Ozu, que solía ahogar a sus criaturas bajo la rigidez estructural de las tradiciones tanto como de su propio estilo.

Lo que impregna realmente toda la película de Koreeda es, al igual que las viejas películas de Ozu, el concepto japonés de mono no aware: la serena aceptación de los hechos inevitables de la vida, como el envejecimiento o la muerte. En Still Walking, esa aceptación se encuentra en tensión constante, amenazada por la contingencia de la vida cotidiana, pero aun así todos los personajes tienden hacia ella en mayor o menor medida. Como Koreeda ya no tiene que lamentar la progresiva occidentalización como su ilustre predecesor, el paso del tiempo no tiene ningún matiz peyorativo, sino que se contempla como un fenómeno únicamente natural. Si se lamenta la pérdida de las antiguas costumbres es porque representan la pérdida de sensaciones memorables, como una exquisita receta que ya nadie volverá a probar.