sábado, 8 de agosto de 2009

Up

T.O: "Up"
Dir: Pete Docter Co-Dir: Bob Petersen
Animación, EEUU, 2009, 96'

El genio del sistema
El caso Pixar desafia la política de autores como herramienta de análisis cinematográfico. Que una compañía haya mantenido, durante ya más de una década, un nivel de producción tan coherente con una calidad tan elevada nos hace pensar el “el genio del sistema”, la expresión que acuñó André Bazin para explicar la creación de obras de arte a través del industrializado sistema de producción del Hollywood clásico.

La animación, por la gran cantidad de tiempo y esfuerzo que requiere, suele ser un esfuerzo colectivo, donde se requiere un trabajo en equipo bien organizado, y donde las aportaciones individuales se suelen diluir más que en otras prácticas cinematográficas. Pixar, por su parte, trabaja en lo más alto de la cadena alimenticia del ecosistema Hollywoodiense: sus películas son las que tienen que tirar del carro de la poderosa Disney: rellenar sus parques temáticos, inundar de merchandising las estanterías de los grandes almacenes y demás parafernalia mercadotécnica. Todo haría suponer que esas presiones harían que sus productos se fueran diluyendo hacia la impersonalidad, como las cintas de sus rivales, Fox Animation o Dreamworks, que repiten aplicadamente un año tras otro esquemas similares.

Y sin embargo, la compañía liderada por John Lasseter no solo ha mantenido su personalidad intacta, sino que durante todos estos años ha aumentado su audacia y no ha dejado de renovarse constantemente, convirtiendo su estreno anual en un acontecimiento esperado por los amantes del cine, como el Woody Allen de los viejos tiempos. Pixar tiene su fórmula, que consiste básicamente en deslizar hacia la aventura y la acción una premisa básica enraizada en la comedia y la fantasía. La clave del asunto consiste en mezclar bien estos ingredientes: conseguir que la aventura fluya naturalmente de la fantasía y que la comedia engrase los roces entre ambas. Los grandes títulos de la productora lo consiguen sin aparente esfuerzo: “Los increíbles” (“The incredibles”, Brad Bird, 2004), “Monstruos S.A.” (“Monsters, Inc.”, Pete Docter, 2002), por poner sólo dos ejemplos. En otros casos, se quedaron cerca de conseguir la receta perfecta: como en “Wall-e” (Andrew Stanton, 2008), en la que una media hora asombrosa de audacia narrativa y visual se veía seguida por una aventura algo forzada.

Resulta sorprendente que, a pesar de la fórmula Pixar, a pesar del peso de toda la maquinaria de producción sobre esas imágenes, sea fácilmente reconocible la presencia del director de sus películas. Podemos distinguir el espíritu ingenuo e infantil de un John Lasseter, sus películas son las de un hombre que a sus más de cincuenta años, todavía disfruta con juguetes: (“Toy Story” 1995; “Cars” 2005); la comedia sofisticada y más adulta de Brad Bird, (“Los increíbles”, 2004; “Ratatoille”, 2007) o la fantasía libre y humorística de Pete Docter (“Monstruos S.A.” 2002; “Up”, 2009)

Rumbo al sur
Carl Fredricksen es un anciano que se siente desplazado en la sociedad actual. Su mujer acaba de morir, y, tras un asombroso prólogo en el que en siete minutos y con admirable economía narrativa y contención dramática la película nos narra su vida desde su infancia hasta la vejez, la película nos lo presenta sólo y sin demasiado que hacer en un mundo que ya no es el suyo. Una banda de constructores se disputa la parcela en la que se alza su casita, ya rodeada por monstruosos rascacielos; su destino parece ser una sombría residencia de ancianos. Entonces, el viejo y agrio Carl, modelado a partir de Spencer Tracy y Walter Matthau, decide emprender la huida hacia adelante y cumplir un viejo sueño de infancia. Sostenida por miles de globos de colores, su casa se elevará sobre la ciudad y emprenderá el viaje hacia Sudamérica, rumbo a las cataratas Paraíso, destino del viaje que nunca pudo compartir con su mujer. Pero el anciano no contará con la presencia de Russell, un voluntarioso aunque torpe aspirante a explorador que se colará en la casa volante.

Lo que sigue a continuación de este sorprendente planteamiento es una aventura exótica con perros que hablan y pájaros de soberbio plumaje que no lo hacen, pero resultan igual de expresivos. Pete Docter y su co-guionista y co-director Bob Peterson saben hacer que la fantasía despegue su vuelo libre, y son conscientes de que los buenos cuentos no requieren muchas explicaciones. En ese sentido, resulta admirable la imbricación de la pura fantasía con una historia que habla de la muerte y la necesidad de superar el duelo, temas que no muchas películas se atreven a tratar (y no sólo infantiles)

Visualmente, la película aplica y expande las técnicas que los animadores de Pixar han venido perfeccionando durante los últimos quince años: la representación de los paisajes está cercana al hiperrealismo, en cambio, los personajes están caracterizados a través de expresivos rasgos caricaturescos: el protagonista presenta unos rasgos angulosos, casi cuadrados: es un square, como se denomina en Estados Unidos a las personas conservadoras y reacias a cambiar su modo de vida tradicional. Russell, en cambio, contrasta a través de unas formas redondeadas, delatoras además de una preocupante obesidad. Una muestra más de cómo Pixar amplia la galería de personajes de la animación, renunciando al hiperrealismo en el tratamiento de los personajes humanos y apartándose de los clásicos animales antropomorfos que protagonizaron el grueso de la producción Disney.

"Up" representa un pequeño paso adelante tecnológico para la productora: es la primera de sus películas en 3-D, un formato de rodaje y exhibición que parece estar asentándose entre las producciones estadounidenses de gran espectáculo, especialmente las animadas. Sin embargo, el uso de las tres dimensiones en "Up" no llama la atención sobre sí mismo, pues sus responsables renuncian a los efectos más espectaculares a favor de una tridimensionalidad más suave y limitada. En ese sentido, Pixar, a pesar de ser los pioneros de la animación por ordenador, nunca han sido la compañía mas avanzada tecnológicamente (su éxito proviene del cuidado exquisito de los guiones y de su originalidad narrativa, algo que los distingue de la mayor parte de las productoras de animación) y más bien parece que han adoptado las tres dimensiones para estar a tono con las tendencias del mercado. Queda por ver si sucesivos desarrollos de esta técnica aportan nuevas formas expresivas y dramáticas, más allá de lanzar objetos a la cara del espectador. (Algo en esa línea si se veia en la excelente “Los mundos de Coraline” (“Coraline”, Henry Selick, 2009)

Los retos a los que se enfrenta Pixar a continuación, como consecuencia de su absorción por parte de Disney unos años atrás, pueden poner en cuestión su identidad: se trata de dar el paso de ser una pequeña compañía en manos de unas pocas personas a llevar las riendas de uno de los grandes gigantes del entretenimiento. Asoma el peligro del abuso de las secuelas, (“Toy Story 3” y “Cars 2” ya están avanzadas); la saturación que supondrá estrenar más de una película al año y la incógnita de los resultados de la productora en el terreno de las películas de acción real (Andrew Stanton prepara ya el rodaje de “John Carter from Mars”). Otras empresas creativas e independientes han muerto de éxito antes, y el fantasma de la despersonalización es un reto que tendrán que afrontar Lasseter y su equipo. Mientras tanto, podemos disfrutar este verano de la cima de la creatividad de un equipo que ha marcado la fantasía infantil de las dos últimas décadas.