viernes, 18 de mayo de 2012

Miss Bala

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T.O: Miss Bala
Dir: Gerardo Naranjo
Int: Stephanie Sigman, Noe Hernandez, Irene Azuela, Miguel Couturier
Mexico, 2011, 113'



Dada la continua presencia que los crímenes del narco mexicano tienen últimamente en los medios de comunicación (Cadáveres colgando de puentes con mensajes de advertencia, masacres indiscriminadas en discotecas, cuerpos descuartizados amontonados en cunetas) nadie podrá acusar  a “Miss bala” de ser una película que exagere la violencia, o que se recree en ella de manera espectacular. Comparado con el espectáculo de pornografía gore que aparece una y otra vez en los telediarios, orquestado por bandas criminales que emplean la exhibición de la violencia como forma de proclamar su poder , la tercera película de Gerardo Naranjo resulta sobria y contenida.
“Miss bala “ remezcla los motivos de violencia, sexo y dinero que forman parte de la mitología de la violencia organizada, desde el gansta-rap hasta los graffitis territoriales. Laura Guerrero (Stephanie Sigman) es una joven de una familia modesta de Tijuana que sueña con ser modelo. Junto con su amiga Suzu, se presenta al concurso de Miss Baja California. Tras la prueba, acompañando a su amiga a una discoteca, Laura se encontrará en el lugar equivocado y en el momento equivocado. En una secuencia confusa (no será la única: la película emplea la confusión narrativa para introducir al espectador en una violencia que la protagonista tampoco es capaz de entender) un grupo de narcotraficantes armados se introduce en el local para terminar con algunos policías y agentes de la DEA que se encuentra allí. Laura huye como puede, después de ver cómo los narcotraficantes introducían varios cuerpos envueltos en plástico negro en el maletero de un coche.
Al día siguiente, confusa y desorientada, Laura buscará por todas partes a su amiga. Será tan ingenua de acudir a la policía, a un nervioso y amedrentado agente de tráfico que la llevará directamente hasta Lino, el jefe de la banda criminal “La estrella”. Interpretado por Noé Hernández, Lino es un personaje amenazador y vulgar, de rostro pétreo y andar sinuoso,  que mantendrá a Laura bajo su control. Se comporta con ella como un amo de esclavos o como un marido severo, a veces la utiliza como un mero objeto para lograr sus objetivos, a veces parece sentir cierta ternura hacia la chica. Desde su primer encuentro Laura comienza a arrepentirse de haber hecho preguntas sobre cosas de las que no se debe hablar, aunque sus nuevas relaciones pueden ayudarla en el concurso de belleza. 
El sueño se convertirá en pesadilla para la protagonista

Rodada con una fluida steadycam que privilegia los planos sostenidos, “Miss bala” emplea la duración del plano no sólo como recurso realista, sino dispositivo a través del cual se administra el suspense. La violencia está soterrada en el encuadre, a través de presencias amenazadoras, como esas camionetas negras de cristales oscuros que conducen los criminales, y cuya mera aparición en el plano basta para crear el sentido de amenaza. Laura Guerrero es el pasaporte que emplea el director para introducirnos en ese mundo, un mundo que veremos  a través de sus ojos, entendiendo lo que ella entiende, es decir, no demasiado. A partir del momento que Laura se vea involucrada con la banda, la película se convierte en una pesadilla casi kafkiana, una espiral de violencia sin sentido de la que no hay salida, porque cualquiera, lleve el uniforme que lleve, puede estar involucrado con los narcotraficantes, y si no lo está, tendrá demasiado miedo para hacer nada al respecto.
La cámara de Naranjo se acerca y se aleja de  Laura, pero no demasiado. A veces se pega a su rostro, alejándonos de lo que la rodea, como ocurre en el momento en que Lino la obliga a permanecer agachada en el interior de un coche, mientras el resto de la banda cambia de vehículo; así el directo consigue que compartamos su angustia al no poder ver nada de lo que ocurre a su alrededor. A veces la cámara adopta su punto de vista: cuando la banda la obliga a conducir un coche y seguirles, la cámara ocupa el asiento del conductor. Las camionetas negras sortean el tráfico saltándose semáforos en rojo como si tuvieran una especie de patente de corso, la vacilación de Laura al hacer lo mismo podemos sentirla en primera persona. En otros momentos, la cámara se aleja de la protagonista y sobrevuela la escena, para presentarnos un caos de hombres armados vestidos con uniformes extraños que emplean una jerga ininteligible a través de emisoras de radiofrecuencia. La estructura y los objetivos de la trama criminal serán un misterio, algo que funciona con una lógica propia que no seremos capaces de comprender. La violencia parecerá de manera inesperada, aunque a lo largo de la película tanto Laura como el espectador se acostumbrarán a la tensión sostenida de que algo brutal puede ocurrir en cualquier momento. 
La escena en que Laura conoce al jefe de la banda.
La dilatación de la duración del plano es un recurso que potencia el realismo, pero aquí también es un elemento más a la hora de crear tensión.  Cuando nuestra muchacha es lo bastante ingenua como para subirse a un coche de policía después de preguntar por su amiga desaparecida, Naranjo filma el viaje en un único plano. La vacilación del policía, un tipo de aspecto bastante pusilánime; los extraños mensajes que comunica a la jefatura; una indescifrable llamada de teléfono…todo ello va aumentando la sensación de que Laura se ha metido en una trampa , una sensación que poco a poco veremos reflejada en su rostro. Cuando el policía detenga el coche, basta la presencia al fondo del encuadre de una amenazadora camioneta negra para que Laura y el espectador sepan que ya es demasiado tarde para escapar.  
 “Miss bala” combina con admirable destreza los registros del realismo y del suspense a través de una impresionante puesta en escena. 
A partir de la mitad del metraje, la película entra en una dinámica en que el absurdo se acelera, la extrañeza del mundo que rodea a la protagonista se hace más palpable, la violencia irrumpe de manera cada vez más inesperada. Los contrastes se suceden, a menudo de manera surrealista: una limusina nupcial, con los novios saludando felices, pasa por una calle justo antes de que se produzca un tiroteo. Cuando Laura, en medio de toda esta peripecia, se vea obligada a participar al fin en el concurso de “Miss Baja California”, la ceremonia aparece como un escenario irreal, una especie de limbo deforme en que de cualquier manera la presencia del narco se deje sentir aunque sus manejos estén ahora ocultos. “Miss bala” tiene influencias del thriller que se hace al norte de Rio Grande, pero su combinación de violencia absurda y contrastes inesperados, así como las gotas de malvado sentido del humor con que adereza todo ello son inconfundiblemente parte de la cultura mexicana.
Es posible que en algún momento del proceso los cineastas considerasen que la peripecia de Laura fuese un símbolo más amplio de la problemática  del narcotráfico. En su primera audición para el concurso, la joven tiene que decir ante la cámara “Mi sueño es representar a la belleza de mi estado”. Como si esas palabras fuesen un hechizo, su deseo se cumplirá, aunque no de la manera que ella espera. Sometida mediante la violencia, humillada y atemorizada, utilizada como correo o como cebo sexual, violada y definitivamente abandonada a su suerte, puede que los cineastas nos sugieran que la aventura de Laura sea la mejor manera de representar la auténtica belleza de su estado.