martes, 26 de junio de 2012

Moonrise Kingdom


T.O: Moonrise Kingdom

Dir: Wes Anderson

Int: Jared Gilman, Kara Hayward,Edward Norton, Bruce Willis, Bill Murray, Frances McDormand, Jason Schwarzman

EEUU, 2012, 94'




Si las películas de Wes Anderson siempre se han desarrollado en ambientes cerrados y cuidadosamente construidos, Moonrise Kingdom avanza aún más en esa dirección. La presentación de la película recorre en decorado del hogar de los Bishop (Bill Murray y Frances McDormand) como si fuera una casa de muñecas, atravesando los suelos y los tabiques para revelarnos el movimiento de los personajes, al ritmo de “The Young Person’s Guide to Orchestra”, de Benjamin Britten, unos movimientos  coreografiados como si fueran un ballet de marionetas. Parece como si después de rodar “El fantástico señor Fox” utilizando técnicas de animación fotograma a fotograma, el director tejano hubiese decidido emplear métodos de planificación tan estrictos en sus películas con personajes de carne y hueso. La construcción de la puesta en escena es cuidadosa y detallada. Las imágenes de la película son golosinas visuales cuyo nivel de detalle nos invita a recorrerlas explorando cada detalle de la ambientación. El sonido se distribuye en varias capas de música y efectos, en las que la banda sonora de Alexandre Desplat se impone sobre un tapiz sonoro del que forman parte las canciones populares de los años sesenta que escuchan los personajes y los sonidos de la naturaleza que reclaman su protagonismo.
El escenario es una imaginaria isla de Nueva Inglaterra, New Penzance, 25 kilómetros de punta a punta y ni una carretera asfaltada. El momento es 1965, un 1965 también imaginario, el tiempo de una infancia que nunca existió. Sam Shakusky (Jared Gilman), 12 años,  se fuga del campamento Ivanhoe con su uniforme de scout y todo tipo de parafernalia para desenvolverse en la naturaleza. Suzy Bishop (Kara Hayward), otros doce años,  le acompaña en la aventura, pertrechada con un tocadiscos a pilas, una grabación de “Le temps de l’amour” de Françoise Hardy, seis libros de aventuras juveniles robados de la biblioteca local ( “prefiero las historias sobre chicas que tiene alguna clase de poder especial” , aclara Suzy) y unos prismáticos, que le dan la sensación de tener ella misma un poder especial, el poder de ver a distancia. Son niños y están enamorados. Huyen para construirse su propio mundo, un lugar alejado de las decepciones que asocian con la vida de los adultos. Sam es huérfano y ha tenido bastantes problemas para adaptarse en diferentes familias de acogida. Suzy tiene cierta tendencia a autolesionarse y acaba de descubrir que su madre lee a escondidas libros sobre cómo tratar con niños problemáticos. Te envidio por ser huérfano, los huérfanos vivís toda clase de aventuras, le dice Suzy a Sam. Te quiero, pero no sabes lo que dices, le contesta Sam
Una de las composiciones simétricas típicas de Anderson
Los niños se comportan como adultos, o mejor dicho, como creen que deben ser los adultos. Los exploradores del campamento Ivanhoe adoptan un aire marcial basado en cientos de horas de televisión y cientos de películas bélicas y del oeste. El romance de Suzy y Sam es la historia de amor de unos niños que adoptan los modelos que han aprendido de las canciones y las películas. Los adultos detentan la autoridad y esa sabiduría sobre la vida que distribuyen de manera caprichosa, pero no saben qué hacer con ninguna de las dos cosas. El jefe Scout Ward (Edward Norton) no tiene demasiada idea de cómo controlar a su tropa de preadolescentes; el matrimonio de abogados Bishop, los padres de Suzy, se consumen en la incomunicación y el tedio;  y el capitan Sharp (Bruce Willis) de la policía isleña es un tipo triste sin  mucha capacidad resolutiva a la hora de imponer la ley y el orden. La aventura de los niños, que pondrá patas arriba la isla cuando todo el mundo se entere de la desaparición de los chavales, planteará una demanda inasumible al mundo de los adultos: ¿Por qué la vida tiene que tomar la pendiente de la decepción si la vida y la experiencia nos hacen supuestamente más sabios y más fuertes?
El amor a los doce años
 Anderson moviliza un reparto de grandes estrellas de ayer, hoy y mañana. Es cierto que algunas apariciones no pasan de ser cameos divertidos: Tilda Swinton incorpora a un personaje llamado Servicios Sociales que no es más que una presencia solemne y amenazante; Harvey Keitel se ocupa de la aparición totémica del comandante Pierce, el legendario fundador de los exploradores. Para el resto del elenco, Anderson utiliza su extraordinaria capacidad para desarrollar personajes con el mínimo tiempo de pantalla. Cada uno de ellos tiene su pequeña historia detrás, su manía característica y alguna que otra idiosincrasia extravagante especialidad de la casa. En particular, Edward Norton y Bruce Willis, nuevos en el universo del director, sorprenden al emplear registros distintos a los que habían definido sus carreras hasta ahora. Y sin olvidarnos del apartado de descubrimientos: Jared Gilman y Kara Hayward se prestan a juego con admirable convicción.
Suzy y sam, por Adrian Tomine
Si el cromatismo de caja de lápices, el vestuario de función infantil y la propia ambientación de campamento de verano  nos conducen hacia una inocencia nostálgica que a algunos les podrá parecer algo forzada, la clave del estilo de Anderson está en la manera en que a pese a todo, el aire se mueve por todos esos ambientes encerrados en sí mismos. El paso del tiempo y el inevitable sentimiento de decepción que trae consigo se acaban filtrando entre las escenas. No es casualidad de que la zona de la isla donde vive la familia Bishop se llame Summer’s End (El final del verano), o que Anderson y Edward Norton crearan su personaje con la idea de que pocos años después terminara en Vietnam, la guerra que acabó con la ingenua visión del  heroísmo bélico que los scouts de la película pretenden emular.  Todo en Moonrise Kingdom está impregnado de la sensación de que la inocencia es pasajera y el fin está cerca, el final del verano, el fin de la infancia.
Anderson rodó en 2001 “Los Tenenbaums, una familia de genios” en la que los protagonistas llegaban a la treintena enfrentándose a la decepción que les suponía no saber cómo cumplir las esperanzas que habían despertado durante una infancia de niños prodigio. En esa película, la tienda de campaña que aun conservaban en el ático de la vivienda familiar es una especie de refugio seguro en un pasado idílico, pero también una muestra más de la incapacidad de los personajes por afrontar el presente, la realidad.  Aquí, la tienda de campaña es aún el espacio de la libertad, el lugar donde aún todo es posible. Quizá porque cuando uno descubre que está enamorado por primera vez siente, durante los momentos en que perdura la sensación de descubrimiento, la sensación de tener alguna especie de poder especial.

P.D: El supervisor musical de la película Randall Poster ha elaborado varias playlists con la música que escuchan los habitantes de la isla de New Penzance. Es una selección de canciones populares de principios de los sesenta que contiene algunos clásicos y bastantes sorpresas. 


sábado, 16 de junio de 2012

Tesoros Ocultos

¿Qué hace que algunas películas disfruten de un enorme prestigio en los paises en los que han sido realizadas pero sean prácticamente desconocidas en el resto del mundo? En esta entrada viajaremos por algunos paises y descubriremos algunos de los títulos más valorados de sus cinematografías. La lista es poco exhaustiva y bastante caprichosa, pero quizá nos haga reflexionar algo sobre las diferencias sociales o culturales y tambien hacer algún nuevo descubrimiento. 













Canada: Mon oncle Antoine, de Calude Jutra (1973)
China: Spring in a Small Town, de Fei Mu (1948)
Corea: La criada (Hanyo) de Kim Ki-Young (1960)
Egipto: Al-Mummia (The Night of Counting the Years), de Shadi Abdel-Salam (1969)
Francia: El pan y el perdón, de Marcel Pagnol (1938)
India: Meghe Dhaka Tara (Cloud Capped Star), de Ritwik Gathak (1960)
Japón: El castillo de arena, de Yoshitaro Nomura (1973)
Reino Unido: Asesino implacable (Get Carter) de Mike Hogdes, (1971)
Suecia: Elvira Madigan, de Bo Widerberg, (1967)