domingo, 21 de octubre de 2012

Cosmópolis



Dir: David Cronenberg


Int: Robert Pattinson, Juliette Binoche, Paul Giamatti, Sarah Gadon, Samantha Morton.


Canada, Francia, Portugal, Italia, 2012. 109'


Aunque nunca ha sido considerada una de esas novelas imposibles de adaptar, tampoco se puede decir que Cosmópolis, de Don DeLilllo sea un material demasiado cinematográfico. Básicamente es una novela filosófica en la que su protagonista, un joven asesor de inversiones de Wall Street, se encuentra diferentes personajes con los que intercambia ideas, en unos diálogos altamente cargados de significado, también de ironía. Se dicen cosas como: “El dinero ha dado un vuelco. Toda la riqueza ha pasado a ser riqueza por y para sí. No existe otra clase de riqueza si de veras es inmensa. El dinero ha perdido sus cualidades narrativas, tal y como le sucediera a la pintura hace ya tiempo. El dinero habla sólo para sí mismo” “El poder de la información elimina todo rastro de duda. Toda duda brota de las experiencias pasadas. Pero el pasado desaparece. Antaño conocíamos el pasado , pero no el futuro. Esto está cambiando-dijo ella- Necesitamos una nueva teoría del tiempo” “Todo este optimismo, todo este crecimiento desmesurado…Las cosas suceden cual si fuera de la noche a la mañana. Una y otra son simultáneas […] Sé que hay miles de cosas que analizas cada diez minutos. Patrones de comportamiento, proporciones, índices, mapas enteros de información. Adoro la información. Es nuestra dulzura y nuestra luz. Es una maravilla tal que hay que joderse para no caerse. Y tenemos un sentido, una función en el mundo. Hay gente que come y duerme a la sombra de lo que nosotros hacemos. Todo fantástico, pero al mismo tiempo ¿Qué?”.O “Un espectro recorre el mundo, es el espectro del capitalismo”.
¿Qué fue lo que llevó a David Cronenberg a adaptar esta novela en concreto? “Los diálogos. Eran sencillamente sublimes. Me encantó el modo en que se disparaban en tantas direcciones distintas a la vez, y que fueran tan extrañamente mecánicos y deshumanizados, y a la vez tan obsesivos y apasionados bajo la superficie. Gran parte del discurso humano no es así. La realidad humana está enterrada bajo la gramática y la tecnología del lenguaje. Pensé que Don había puesto eso de manifiesto. Era el modo en que el lenguaje está entretejido con el tema del lenguaje, que no era una discusión sólo sobre el tema del capitalismo, sino sobre el futuro del capitalismo, y el futuro en el sentido en que la anticipación del futuro modula el presente. […] Pensé, esto tiene que salir de la página impresa. Por buen o mala que fuera la novela, no estuvo completamente realizada hasta que personas reales pronunciaron los diálogos.” 

Eric Michael Packer (Robert Pattinson) es el director de Packer Capital, un financiero acostumbrado a leer los movimientos del dinero como si fueran un libro abierto. Eso le ha hecho millonario quizá demasiado joven, pero últimamente está pasando una mala época: no consigue pegar ojo por las noches.  El significado del flujo de los capitales se le está haciendo ininteligible. Su apuesta por la bajada del yuan se está revelando como un desastre: en contra de toda lógica, el yuan no deja de subir. Quizá se trate de la edad: acaba de cumplir 28 años, la edad que la naturaleza señala el fin del crecimiento y el inicio de la decadencia del cuerpo humano. Antes, siempre era el más joven en cualquier situación en que se encontrarse, ahora ha comenzado a tratar con gente más joven que él. Decide que lo que necesita es un corte de pelo en la otra punta de la ciudad. ¿Por qué? Quizá así el valor de cambio se encuentre con el valor de uso y el dinero vuelva a tener sentido, deje de ser una pura abstracción numérica: el capital se convertiría en algo que se intercambia por un bien o un servicio, no por más capital.  También porque en ese barrio hubo hace una décadas una enérgica industria y una vibrante clase obrera, hace tiempo convertidas en ruinas donde no se puede pasear sin pistola, al igual que gran parte de los núcleos industriales occidentales. Algo así ha ocurrido en gran medida a causa de los flujos del capital que manejan gente como Packer. Sabremos que él proviene de ese barrio, de esa clase obrera. En ese sentido, el recorrido de la limusina es también una vuelta a casa, una odisea. 

Robert Pattinson y su limusina extralarga
Hay obstáculos en el camino: una visita del presidente a la ciudad que colapsará el tráfico y dejará calles enteras fuera del mapa; el funeral de una estrella del pop, que inundará Nueva York de fans llorosos e histéricos; una protesta antiglobalización en la que un hombre se quemará vivo. Torval, el jefe de seguridad, asomará de vez en cuando por la ventanilla de la limusina para avisar de la presencia de una amenaza verosímil. También hay encuentros con augures y profetas: un técnico de seguridad informática, una analista de mercados y Vija Kinsky, su “jefa de teoría”. Además están las mujeres: una marchante de arte, una de sus guardaespaldas y la esquiva y huidiza esposa reciente de Packer, que evade todos sus requerimientos de sexo. Al final del camino habrá también alguna revelación, algún descubrimiento surgido del pasado. Ese día, todo es una pregunta cuya respuesta es incierta: mientras el yuan sigue subiendo Packer continúa aumentando su apuesta por el desplome.
Todo eso es fruto de un impulso bastante suicida, como si el protagonista quisiera comprobar dónde están sus límites. Según Cronenberg “La abstracción se ha colado en su vida, así que él mismo se siente como una abstracción. Va  a tocar fondo para sentirse humano de nuevo” La tensión entre lo concreto y lo abstracto recorre toda la película. El arte abstracto, cuyo único referente son las formas y los colores, se convierte en algo concreto cuando los manifestantes pinten la limusina con sus sprays, con un método no demasiado lejano al de Pollock. El lenguaje también es una abstracción que poco a poco va perdiendo su relación con el mundo concreto “¿Por qué seguimos llamando ordenadores a los ordenadores? No digamos computadoras” . Las cifras e imágenes que se deslizan por las pantallas de cristal que se distribuyen en el interior del coche son abstracciones, de la misma manera, las ventanillas de la limusina parecen pantallas que devuelven imágenes de una cuidad que parece estar en otra parte, como si su avance silencioso y casi imperceptible estuviese ocurriendo en realidad en el espacio exterior. 



El finbal del recorrido es un decrépito barrio industrial.
El personaje creado por DeLillo se vuelve alguien concreto al estar interpretado por Robert Pattinson, un actor que le aporta un aspecto físico, una voz y también una serie de connotaciones a través del recuerdo de sus anteriores interpretaciones, las que le han convertido en el ídolo de quinceañeras del momento. En él, Cronenberg ha encontrado un protagonista en la líneas de su anteriores héroes, como Viggo Mortensen o Jeremy Irons: una estrella dotada de la habitual combinación de carisma y atractivo físico pero que está dispuesta a jugar con su personalidad cinematográfica para explorar aspectos de ella que no suelen aparecer en los filmes más comerciales. Nadie mejor que Pattinson, en estos momentos para reflejar el aspecto de la insultante juventud del personaje: como el protagonista de Crepúsculo, Eric Packer es alguien que ha tenido el mundo en sus manos quizá demasiado pronto.
Con sus diálogos densos y filosóficos, sus improbables peripecias, las ráfagas de humor algo esquinado que recorren la película, la imprecisa ambientación de lo que puede ser el presente o un futuro no muy lejano, Cosmópolis es un cuerpo extraño dentro de la cartelera actual. Es extraña, también desafiante, algunas veces se sitúa al borde mismo del absurdo. Y sin embargo, las palabras y las imágenes sugieren múltiples significados, se racionan entre si de maneras inesperadas, buscan proyectarse hacia el mundo real, salir de la pantalla del cine. Como la novela a la que sigue casi al pie de la letra, pretende ser el retrato de un movimiento, de un recorrido del que aún no hemos visto el final. De ahí la resistencia a que el argumento esté cerrado, los significados sean precisos. Porque el recorrido de la limusina aún no ha concluido, el dinero ha perdido su narrativa y solo tiene valor en sí mismo, mientras tanto, el resto de los objetos del mundo van perdiendo poco a poco su valor y su significado.
“-¿Cuándo sabremos que ha terminado la época de la globalización?
-Cuando deje de haber limusinas blancas recorriendo Manhattan.”