jueves, 7 de marzo de 2013

Curiosidad: Por qué no has visto la película de El Guardian entre el centeno, de J D Salinger



Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren.

 Holden Caulfield 

Uno de los autores más reticentes a la hora de permitir que el cine adaptara sus obras ha sido el reclusivo norteamericano J D Salinger. Su libro más famoso "El guardian entre el centeno", una historia de alienación y rebeldía adolescente, amado por millones de lectores, ha permanecido ajeno a la imaginación cienmatográfica durante más de medio siglo. Y no por falta de pretendientes: Desde su exitosa publicación en 1951, todo tipo de cineastas, desde Billy Wilder hasta Harvey Weinstein han perseguido la compra de sus derechos.  Pero el autor permaneció fiel a su negativa. En 1953 le escribió esta amable carta a Hubert Cornfield, uno de esos pretendientes. 

 




   

De camino a Canadá 7 de Octubre de 1953: 

Querido Mr Cornfield

Espero estar ausente durante los próximos meses, y me temo no poder mantener esa charla con usted. Dejeme decirle, sin embargo, que lo que mi agente ha manifestado es completamente cierto. Aprecio y respeto su ardor, pero por el presente veo mi novela como una novela y solo como una novela. Si cambiara de opinión en el futuro, lo que es extremadamente dudoso, probablemente me ocuparía yo mismo de las tareas de dirigir y elaborar el reparto. Gracias por su interés, pero por favor, reciba esta nota como la respuesta definitiva. 
Disculpe por este papel. Estoy presionado por el tiempo. 

J. D. Salinger



Mucho se ha especulado sobre los motivos de esta reticencia, hay quien apunta como causa más probable hacia la decepción del autor con Mi loco corazón (My Foolish Heart), la única adaptación llevada a cabo de su obra. Dirigida por Mark Robson en 1949 (y escrita por los guionistas de Casablanca, Julius J. Epstein y Philip G. Epstein) Mi loco corazón convirtió el relato de Salinger Uncle Wiggly in Connecticut en un melodrama al uso de la época, y esa falta de fidelidad enfureció al escritor. Pero para conocer razones más concretas sobre su visión de una posible versión cinematográfica d esu oba más famosa, podemos recurrir a otra carta, escrita cuatro años después, destinada a otro pretendiente: un tal Sr herbert (sin identificar) 

  

 

29 de Julio de 1957

Querido Mr Herbert:

Intentaré explicarle cual es mi actitud con respecto a los derechos para la escena y la pantalla de El guardián entre el centeno. He cantado esta canción unas cuantas veces, así que si parece que no estoy poniendo el corazón, sea tolerante...Primero, es posible que un día los derechos se vendan. Desde  que exite la posibilidad sombría de que no muera rico, juego con la posibilidad de legar los derechos a mi mujer y mi hija como una especie de seguro. Me complace sin fín, debo añadir rápidamente, que yo no estaré presente para ver los resultados de esa transacción. Sigo diciendo esto, y nadie parece estar de acuerdo, pero El guardián entre el centeno es una novela muy novelística. Hay "escenas" preparadas, solo un tonto negaría eso, pero para mi, el peso del libro está en la voz de su narrador, las peculiaridades continuas de la misma, su actitud, extremadamente peculiar y perceptiva actitud hacia el lector-oyente, sus reflexiones sobre los arcoiris de gasolina en los charcos de la la calle, su fiolosofía o la manera de mirar los maletines de cuero y las cajas vacías de pasta de dientes. En una palabra, sus pensamientos. No puede separársele, de manera legítima de la técnica de la primera persona. Cierto, si la separación llega a hacerse, queda aún suficiente material para algo que pueda llamarse Una Emocionate (o quizá solo Interesante) Tarde en el Cine. Pero encuentro esa idea, sino odiosa por completo, al menos lo suficientemente odiosa para evitar vender los derechos. Hay bastantes de sus pensamientos, por supuesto, que pueden transformarse en diálogo, o en alguna clase de dispositivo de flujo de conciencia en voz alta. pero transformarse es exactamente la palabra correcta. Lo que piensa y hace, en su soledad, de manera tan natural en la novela, en un escenario solamente podría verse como pseudo-simulado, si existe esa palabra (y espero que no) 

Por no mencionar (Dios nos ayude) el asunto inmesamente peligroso de emplear actores. ¿Has visto alguna vez a una niña actriz sentada con las piernas cruzadas en una cama de manera que parezca bien? Estoy segurod e que no. Y el propio Holden Caulfield, en mi sin duda muy poco imparcial opinión, es esencialmente ininterpretable. Un actor joven inteligente, sensible y con talento no sería suficiente con una gabardina reversible no sería suficiente. Se necesitaría a alguien con X para sacarlo adelante, y ningún hombre jóven, aunque tenga X, sabe que hacer con ello. Y, debo añadir, no creo que ningún director sepa decírselo. 

Me dentendré aquí. Me temo que solo puedo decirle, para terminar, que lo que siento sobre este tema es muy firme, si aún no lo ha adivinado. 
Gracias, de todas formas, por su amistosa y entretenida carta. Mi correo por parte de productores ha sido generalemnte infernal. 

Sinceramente, J D Salinger

La diferencia entre la narración cinematográfica y teatral, la imposibilidad de replicar en esa formas la voz del narrador literario, parecen ser las consideraciones del escritor. De todas formas, Salinger dejó un legado escaso en cualquier medio. No volvió a escribir ninguna novela, y su último relato publicado data de 1965, más de cuarenta años antes de su muerte. Quizá siguió el consejo que puso en boca de su protagonista Holden Caulfield: "No cuenten nunca nada a nadie. En el momento que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo."