domingo, 9 de junio de 2013

Banda Sonora: Broadcast recuperan las atmósferas del giallo para Peter Strickland en Berberian Sound Studio

 Alrededor de 1970, un técnico de sonido inglés llamado Gilderoy viaja a Italia para crear el audio de una de las cintas de terror malsano que se producían por entonces en el país transalpino: El vórtice equestre, de Giancarlo Santini. Gilderoy es la imagen perfecta del inglés apocado, baste decir que lo interpreta Toby Jones. Lo que se va a encontrar cuando traspase las puertas del estudio de sonido Berberian es algo muy diferente a lo que está acostumbrado: un grupo de italianos bronceados y machistas que disfrutan torturando a las mujeres, dentro y fuera de la pantalla. Como si el sadismo y la atmósfera de pesadilla que pretenden crear las imágenes también estuviesen presentes en el estudio de grabación. No es de extrañar, por tanto, que Gilderoy se deje llevar por las emociones intensas que provocan los sonidos que él mismo crea, y, poco a poco, comience a perder el contacto con la realidad. 


Berberian Sound Studio es la segunda película de Peter Strickland, un cineasta inglés con una historia peculiar a sus espaldas. Su primera cinta, Katalin Varga, fue rodada en Hungría, en blanco y negro,  financiada con su propio dinero. Consiguió la repercusión necesaria en el festival de Berlín para introducir a su creador dentro de la industria británica. Strickland tiene una personalidad estética peculiar: está fascinado por la cultura del este de Europa y las cintas de terror abstracto. En esta película, recupera el espíritu del giallo, aplicando su estilización y su ausencia de lógica racional a la propia elaboración de una película. “Normalmente, en una película, la mecánica y el proceso está completamente oculto para el espectador. Con Berberian, quería probar lo contrario: Revelar la mecánica de una película, pero sin mostrarla. Pero también, lo que resulta interesante sobre el proceso de creación de los efectos de sonido para películas de terror son los dos extremos: violencia intensa en la pantalla sonorizada mediante un proceso bastante cómico, con gente aplastando verduras y probando cosas ridículas con diversos objetos. Así, que la cuestión para la audiencia es cómo reaccionar a escenas que muestran cosas así.  ¿Deben reírse? ¿Deben tener miedo? Estas escenas de efectos causan cierta polaridad en el espectador, algo que quería explorar, puesto que estamos tratando el tema de la explotación.” 




 
“Tenía que ser Italia en los años setenta. No hay otro país en el mundo con una relación tan profunda entre el terror y la música/el sonido. También había ese vínculo tan fuerte y tan específico entre la vanguardia, con Bruno Maderna y el Gruppo di Improvvisazione Nouva Consonanza creando música electro-acústica, pero también haciendo bandas sonoras de Giallo. Encontré todo eso fascinante y quería meterme en ese mundo por noventa minutos.” Es curiosa la relación entre dos mundos culturales tan opuestos como la música de vanguardia y el cine de terror: millones de personas escucharon composiciones de Penderecki o de Ligeti en las bandas sonoras de El Exorcista o El resplandor; además, los compositores de cine de terror han recurrido, uno tras otro, a elementos de la música más moderna como la atonalidad, el serialismo o la disonancia. Un ejemplo de los extraños vínculos que a veces se crean entre creaciones aparentemente opuestas: ambas formas trabajan con atmósferas y texturas abstractas. Para crear un elemento tan importante para esta película como la banda sonora, Strickland recurrió al grupo inglés Broadcast



Formación surgida en Birmingham en 1995, Broadcast orbitó alrededor de la vocalista y teclista Trish Keenan y del bajista James Cargill. La banda recibe la influencia de creadores muy diversos y oscuros, entre ellos el compositor checo Lubos Fiser, cuya banda sonora para la película Valerie y su semana de milagros se convertiría en una influencia subterránea en la música de las dos últimas décadas.  Esas influencias son un vínculo con la obra de Strickland, pero además Broadcast era un grupo de trabajo lento, laborioso y constante, cuyos discos, de texturas atmosféricas, eran  el resultado  de largos periodos de encierro en el estudio. En ese sentido, se parecen bastante al metódico protagonista de esta película. Este trabajo se vio desgraciadamente afectado por el inesperado fallecimiento de Trish Keenan, en enero de 2011 a consecuencia de una neumonía. Tenía 42 años. 



 


    “Escogí Broadcast porque no había nadie que conociera haciendo ese tipo de música. Por un lado, su música abre la puerta a las bandas sonoras checas e italianas, pero también a excéntricos británicos como el BBC Radiophonic Workshop, Basil Kirchin y también la psicodelia de la costa oeste. Pero por otro lado, la música funciona en sí misma como algo muy emotivo y oscuramente bello”
La música de Berberian Sound Studio ocupa en lugar especial, apareciendo de la nada para luego revelar su fuente, sea esta una cinta de dos pulgadas o una sandía aplastada, o quizá la voz de una actriz convertida en algo inhumano mediante la alteración de las frecuencias. Pero si pensamos que desvelar el artificio despojará a la escena de misterio (recordándonos que, al fin y al cabo, sólo es una película), en realidad la peculiar peculiar atmósfera de esta cinta tiene lugar precisamente en ese tránsito entre el espacio de la ficción y el de la artesanía que la pone en pie. Quizá porque la fantasía acaba impregnando, de alguna manera, la realidad material y el límite entre ambos mundos se vuelve difuso.