domingo, 2 de junio de 2013

En otro país

T.O: 다른 나라에서
DIR: Hong Sang-soo
INT: Isabelle Huppert, Yu Jun-sang
Corea del sur, 2012, 89'



 


Isabelle Huppert se unió al último proyecto de Hong Sang-soo mientras bebían makgeolli, vino de arroz coreano, en uno de los restaurantes favoritos del director, un local que ha aparecido en muchas de sus películas. “Voy a hacer otra película. No hay nada decidido aún ¿Te gustaría estar en ella?” “¡Si!”, respondió Huppert, con entusiasmo. Así que la película se construyó alrededor de la presencia de la actriz francesa, una extranjera en el pequeño y casi familiar equipo del cineasta coreano, y todo se articuló en torno a su presencia en la playa de Mohang, una pequeña localidad costera, en época de lluvias. Para un cineasta tan interesado por los equívocos, las pequeñas casualidades, los malentendidos y las repeticiones de los que se nutre la vida cotidiana, la experiencia de visitar un país extranjero es una fuente inagotable de microconflictos dramáticos las situaciones de leve comicidad, los materiales de los que se nutre su cine. El telegráfico inglés internacional utilizado por quienes no comparten la misma lengua; la gesticulación con la que se acompaña la ausencia de palabras; la incomodidad de escuchar a nuestros compañeros de viaje hablar delante nuestro en un idioma extraño, mientras tratamos de adivinar lo que dicen de nosotros, los malentendidos culturales y la fantasía o los prejuicios con los que nos enfrentamos a los desconocidos con quienes nos encontramos fugazmente son una fuente de situaciones ideales para aplicarles la ligera ironía con la que Hong acostumbra a retratar a sus personajes. 



 Cuando viajas por el extranjero te pueden pasar cosas así.

Isabelle Huppert es Anne, tres veces. La película nos cuenta, en tres capítulos de una media hora de duración, la visita de una mujer francesa a un pequeño pueblo de la costa de Corea, un lugar turístico fuera de temporada. En el primer fragmento, Anne es una exitosa directora de cine que visita a un colega del país, y que, ante la celosa mirada de su mujer embarazada, trata de zafarse de sus torpes avances. En la segunda historia, Anne es la esposa de un ejecutivo que visita el pueblo para encontrarse con su amante. Ante su ausencia por razones de negocios, la soledad en un lugar desconocido la conduce hacia la fantasía. Y, por último, Anne es una mujer abandonada por su marido a quien una amiga lleva de viaje,  con la esperanza de que encuentre algo de paz visitando templos budistas y conversando con monjes. En realidad, ella siente más bien la necesidad de aliviar su frustración sexual. Las historias se desarrollan como las variaciones sobre un mismo tema: se repiten los personajes y las situaciones: las tres mujeres preguntan por algún rincón pintoresco que visitar, piden prestado un paraguas, buscan un pequeño faro, conocen a un apuesto e ingenuo socorrista con el que tienen dificultades de comunicación, y dudan ante la misma bifurcación de la carretera que las conducirá a destinos diferentes pero igual de irrelevantes. ¿Son estas tres Annes mujeres diferentes o son variaciones de la misma persona? O, más bien ¿Es nuestra personalidad algo sólido o solamente algo que se manifiesta en la manera en que reaccionamos a las circunstancias en que nos vamos encontrando? 
  

El estilo de Hong es el equivalente cinematográfico de salir a dar un paseo en sandalias: no demasiado elegante, pero ideal para deslizar la vista de manera casual por los pequeños detalles de lo que llamamos vida cotidiana. Rueda con pequeñas cámaras de reportero gráfico, escoge localizaciones con poco glamour y nada de exotismo, extrae de sus intérpretes una trabajada naturalidad rodando toma tras toma hasta que logra el tono exacto. Favorece el plano general en el que compone con cuidado grupos de personajes que se miran, se dirigen la palabra o se dan la espalda revelando de esa manera detalles de su personalidad o de su carácter. El zoom reencuadra de manera a veces inesperada concentrando nuestra atención en algunos detalles, pero también revelando la presencia de la cámara, el artificio cinematográfico.  Hong contrasta el naturalismo de su puesta en escena con la estructura a veces conceptual de sus guiones, llenos de repeticiones, o como ocurre en este caso, variaciones. Si en un primer momento las imágenes de sus películas pueden parecer descuidadas, en realidad su forma de hacer cine es el reflejo de una visión particular del mundo. Hong busca la vida humana en los malentendidos casuales, en la cotidianeidad aparentemente irrelevante, en los rituales de la costumbre que solo tiene significado a medias. Para su peculiar forma de comedia de costumbres, adopta una cierta distancia a la hora de contemplar a los personajes, de esa manera nada resulta demasiado importante ni dramático, y las mayores preocupaciones de estas criaturas nos comienzan a parecer un poco ridículas, y sobre todo, nada trascendentes. Sus películas son con frecuencia, muy divertidas para quien sepa captar el registro sutil de su humor.

El contraste entre el naturalismo de las situaciones y las interpretaciones y el juego conceptual que proponen la estructura del guión y la puesta en escena es la dinámica que mantiene en tensión las ficciones del cineasta coreano. Podemos identificarnos con las situaciones tan cotidianas que viven sus personajes, hasta que las repeticiones o las simetrías de la narración nos alejan de ellos para revelar el artificio dramático, al mismo tiempo que percibimos la convencionalidad con que se desarrollan todas las relaciones humanas. Gran parte del interés de En otro país descansa, por supuesto, sobre la interpretación de Isabelle Huppert. A la actriz francesa el viaje le ha servido para moverse en un registro más relajado y tranquilo de lo que acostumbra, por lo menos en sus interpretaciones más prestigiosas. En esta película, adopta el tono distendido y curioso de una turista abierta a las nuevas experiencias, por fugaces que éstas sean; el recorrido le permite adoptar una asombrosa gama de matices y demostrar su dominio de la comedia sutil. Para Huppert, la experiencia del rodaje fue bastante parecida a la que vive su personaje: unas semanas comunicándose en un inglés precario con el minúsculo equipo coreano, mientras Hong escribía cada noche las escenas que se rodarían al día siguiente. Una experiencia de extrañeza y cercanía al mismo tiempo. 



 Además de las historias de la mujer francesa, una trama argumental interrumpida enmarca los tres episodios. Se nos introduce a una historia de intrigas familiares poco claras en las que una madre y una hija se preocupan por la conducta de un tío suyo que ha podido involucrarlas en actividades poco legales. La hija decide escribir un guión para relajarse, y a continuación aparece Isabelle Huppert en la playa, una vez, otra y otra. La guionista aparece como uno de los personajes de la historia: la empleada del pequeño hotel que respondiendo a las cuestiones de la francesa sobre los atractivos locales desencadena una y otra vez los equívocos. Es un juego narrativo, mitad en broma, mitad en serio, que además, le sirve a Hong para presentar las historias como unos esbozos, vagamente apuntados, a la huida sobre un cuaderno, como un registro huidizo de comportamientos indecisos.