domingo, 30 de junio de 2013

Harpo habla: Las únicas grabaciones de la voz de Harpo Marx

“Si algo es característico en mí, es la única cosa que el público no conoce: mi voz. Todavía hablo con el acento de la calle 93 Este de Nueva York pronuncio mi nombre de manera que suena algo así como Hoppo. Y cuando contesto al teléfono, no digo Hola, sino Yah?, como si siempre esperara escuchar algo interesante. Generalmente, así ocurre.
En este punto debo hacer una confesión. Existe un personaje que lleva el mismo nombre que yo y que si es una especie de celebridad. Lleva una peluca roja y desaliñada y un impermeable harapiento. No puede hablar, pero puede hacer muecas imbéciles, tocar una bocina, silbar, soplar burbujas, guiñar los ojos, saltar tras las rubias y poner en escena toda suerte de chaladuras y prestidigitaciones. No le envidio a este personaje su fama y fortuna, porque empezó sin talento alguno.”

Quien habla así es Arthur Adolph Marx, más conocido como Harpo, el solista de arpa más famoso del siglo XX y el actor de pantomima más relevante surgido después de la aparición del cine sonoro. Harpo no pronunció ni una palabra en ninguna de sus actuaciones cinematográficas, pero su voz llega ha llegado hasta nosotros. En primer lugar, gracias a su autobiografía ¡Harpo habla!, publicada en 1962 y escrita en colaboración con el periodista Rowland Barber. ¡Harpo habla! (de donde hemos extraido todas las declaraciones del actor que aparecen en esta entrada) es una autobiografía artística que echa, como es habitual, una mirada nostálgica y tierna al pasado. En ella, cada hermano Marx aparece en la vida real como una versión de sus famosos personajes escénicos. Groucho, que siempre se escondía en el cuarto de baño para leer y arrasaba los fondos de cualquier biblioteca pública, detentaba ya desde niño el amor por el lenguaje que le llevaría hacia sus famosos malabarismos verbales. Chico, un truhán aficionado al juego, fue desde el principio alguien parecido al pícaro que interpretaría en las tablas. Harpo aparece como el chico bueno de la familia, un tipo discreto a quien le gustaba más escuchar que ser escuchado. Puede que todo ello no sea más que la narración de una leyenda, viejas anécdotas del mundo del espectáculo deformadas al contarse una y otra vez. Pero si es una leyenda, está deliciosamente narrada: el libro de Harpo está lleno de detalles de caracterización que redondean a los personajes y tiene un gran sentido de la atmósfera a la hora de describir los ambientes en que la familia se movía, desde las calles judías del Brooklyn del cambio de siglo hasta los ambientes más glamourosos de Hollywood o Nueva York. Quien iba a decir que Harpo fuese, después de todo, tan bueno contando historias. 

La otra manera que tenemos de escuchar a Harpo, desde luego, hacerlo literalmente. Solamente se conocen dos grabaciones de la voz del actor, que desvelaremos más adelante. Digamos, de momento, que el cómico tenía una voz suave aunque poderosa, con un fuerte acento neoyorkino de principios del siglo XX. Por supuesto, Harpo Marx es conocido como parte de los Hermanos Marx, el grupo cómico que saltó desde los teatros de tercera categoría hasta los escenarios de Broadway y los platós de la MGM y que continúa, casi cien años después, siendo uno de los puntos cardenales del mundo del humor. La troupe Marx es un eslabón entre dos formas completamente opuestas de entender el entretenimiento popular: el circuito de cómicos y músicos  de barrio, que actuaban ante a un público de trabajadores e  inmigrantes en las siempre crecientes urbes de la era industrial y las estrellas del entretenimiento de masas, un fenómeno que apareció  cuando los medios de reproducción técnica como el cinematógrafo permitieron al público contemplar a los actores sin que fuese necesario que éstos estuviesen físicamente presentes. Estos procedimientos  multiplicaron la fama de algunos afortunados y dejaron obsoletos a miles de artistas cuyas rutinas respondían más al oficio que al talento.    

Retrato de familia
 “Probablemente viajé unos cuarenta mil kilómetros y actué en trescientas ciudades y poblaciones diferentes durante los doce años que los Hermanos Marx trabajamos fuera de Chicago. Según esto, yo debería ser un atlas con patas, pero no es así. De las ciudades y pueblos recuerdo muy poco. Lo que recuerdo son las salas de espera de las estaciones, los comedores de las pensiones, las habitaciones de hotel de un dólar, los camerinos, las salas de billar y los lavabos de caballero: todos estos sitios son bastante parecidos en cualquier ciudad o pueblo de cualquier parte del país”  Los inicios de los hermanos Marx  en el mundo del espectáculo se deben a la obsesión de su madre, Minnie, por ser la progenitora de un conjunto de vodevil. Eran principios de siglo en la ciudad de Nueva York (más tarde la familia se trasladaría a Chicago) y el mundo del  espectáculo se quedaba a medio camino entre el trabajo manual y el oficio de estafador; en todo caso, podría ser una buena manera de mantener ocupados a muchachos que de otra manera pasarían el tiempo en las calles, entre trabajillos ocasionales, delincuencia de baja intensidad y partidas de cartas. Por aquel entonces, a la hora de subirse al escenario, uno cogía lo que tenía mano: trastos viejos o attrezzo usado, disfraces o vestidos de la abuela. Se reutilizaban chistes viejos, se memorizaban un par de canciones, se descubría cómo hacer sonar violines, trompetas o tambores. Los espectáculo iban cobrando forma según las reacciones del público, que a menudo incluían no solamente toda clase de chillidos, sino lanzamientos de objetos o invasiones del escenario. Las rutinas de pantomima eran parte importante de todo programa de vodevil, dado que gran parte del público no entendía nada de inglés. 

“Champaign, Illinois. El crítico del periódico de Champaign Urbana escribió algo así: “El hermano Marx que hace el papel de Patsy Brannigan está caracterizado y vestido a la perfección e imita a la perfección al inmigrante irlandés de una manera divertida en su pantomima. Desgraciadamente, el efecto se pierde cuando habla.” (…) Simplemente, no podía superar a Groucho o a Chico hablando, y era ridículo por mi parte intentarlo. Sin embargo, fue un duro revés para mi orgullo. (…) Enmudecí. Nunca más  dije una palabra, ni en el escenario ni frente a las cámaras, como Hermano Marx.
Belleville, Illinois. Volcado ahora en cuerpo y alma a la pantomima, me dediqué a buscar recursos escénicos que no requiriesen parlamentos. Robé una bocina en forma de bulbo de un taxi y me la puse bajo el cinturón para mi papel en Home Again. Cuando Chico y yo iniciábamos nuestra riña y el policía nos daba con la porra y me separaba de Chico de un tirón, la bocina decía Jonk! y obteníamos una carcajada nueva”



“You gotta do the talkin’” o, algo así como “Te va a tocar hablar a ti”, es lo que dice  Harpo Marx en este video a un desconocido maestro de ceremonias durante el estreno de la película El Gran Ziegfield (1936). Por supuesto Harpo no sabía que el micrófono estaba encendido. Después de ser presentado, se acerca al micro y hace el característico sonido de la bocina. De esta manera, una de las dos muestras de su voz que nos quedan es algo totalmente accidental. Desprovisto de habla, Harpo se dedicó a desarrollar un personaje que en algunas ocasiones recuerda a una especie de ángel  amoral, en otras a un adulto de mentalidad infantil que cuestiona con sus acciones todo lo que  entendemos por inocencia. Su comportamiento parece responder a una conciencia en la que no existe la distinción entre el bien y el mal. Según Slavok Zizek, “(…) el hermano mudo de los hermanos Marx es visto como un monstruo del que no sabemos con seguridad si es un genio o un imbécil total, es decir, alguien en quien la inocencia o la bondad infantil se confunden con la corrupción extrema y la disolución sexual, hasta el punto de que uno no sabe qué pensar de él ¿Representa Harpo la inocencia edénica, prelapsaria, o el completo egoísmo que no conoce la diferencia entre el Bien y el Mal?” Esta contradicciones convirtieron a Harpo en un personaje muy seductor para los surrealistas o otros artistas de vanguardia.  

Salvador Dalí, haciendo un esbozo de Harpo
Harpo Marx, por Dalí

 “Aurora, Illinois. La cosa no iba demasiado bien. Minnie, tras examinar detenidamente el problema, se fue a Chicago a intentar remediar la situación. El espectáculo necesitaba desesperadamente algo más de clase, pero ¿Qué? En Chicago, Minnie encontró la respuesta. Y tenía que ver conmigo. En Aurora, Illinois, recibí un críptico telegrama:
NO ABANDONES LA CIUDAD HASTA QUE LLEGUE TU ENVÍO POR TREN. HAY QUE PAGAR UN DÓLAR POR SEMANA DE ALMACENAJE. NO TE DESPISTES. MINNIE
Yo no sabía que esperar. ¿Algo que yo podría utilizar en escena? ¿Un nuevo disfraz? ¿Un perro amaestrado? ¿Un monociclo? Lo que llegó en el tren de carga fue una caja negra monstruosamente grande, con una forma extrañísima. Dentro del enorme estuche había el instrumento musical más grande que jamás vieran mis ojos. Un arpa.”

El registro anárquico del humor de los Marx refleja su condición desclasada. Interpretando el papel de advenedizos en la buena sociedad, (la universidad en Plumas de caballo, el mundillo de la alta cultura en Una noche en la ópera, una dictadura europea en Sopa de ganso) se ocuparán de demoler no solamente todas sus convenciones y formalismos, sino el mismo lenguaje que la sustenta. Los números musicales son un ejemplo de ello. La manera en que Harpo toca el arpa es una parodia de los manierismos de la música respetable, y, por ello, una forma de reflejar las aspiraciones de seriedad y respetabilidad por parte de todas esas personas para las que la posibilidad del ascenso social se veía condicionada por la imposibilidad de asimilar unas maneras, un lenguaje y una cultura para los que no estaban preparados. Al mismo tiempo, cada solo de arpa de Harpo desnuda la solemnidad y el formalismo de la música seria para convertirlos en poco más que una serie arbitraria de reglas y convenciones fácilmente sustituibles por otras. Hay que recordad que Harpo no sabía solfeo ni tenía educación musical: aprendió a sujetar bien su instrumento observando la estampita de un ángel que se vendía en un five and dime

El cartel del triunfo en Broadway de los Hermanos Marx, Los cuatro cocos
  
“Rockford, Illinois.En aquel tiempo había una tira cómica muy popular que se llamaba Knocko The Monk y como consecuencia había una epidemia de pseudónimos teatrales terminados en o. En todos los programas había por lo menos un Bingo, Zingo, Socko, Jumpo o Bumpo. Probablemente había uno o dos con nosotros allí en Rockford. Y seguramente estábamos haciendo bromas al respecto, porque cuando Art Fisher empezó a repartir una mano de Póker, dijo:
-Una carta cerrada para…Harpo. Una carta para…Chicko. Una para…
Ahora que  se había comprometido, tenía que repartir nombres en o para toda la mesa. Aquellos apodos se nos quedaron fijos para el resto del juego y allí, pensábamos nosotros, acababa la cosa. Pero no. No pudimos librarnos de ellos nunca más. Fuimos Chicko, Harpo, Groucho y Gummo durante el resto de la semana, el resto de la temporada y el resto de nuestras vidas. ”


Los investigadores han husmeado los archivos, han registrados miles de programas de mano, de anuncios de periódicos, de carteles de viejos vodeviles, y no han encontrado ni rastro de ningún humorista llamado Art Fisher. Que importa, los Hermanos Marx bautizados en una partida de cartas, que gran escena. En 1929, tras haber conquistado los escenarios de Broadway, hicieron su primera película, Los cuatro cocos. Está claro que su particular talento necesitaba esperar hasta la aparición del cine sonoro para trasladarse a la pantalla. Para entonces, llevaban más de 25 años en el mundo del espectáculo y tenían todos más de cuarenta años. El mundo del teatro de arrabal que habían conocido en sus inicios se estaba desvaneciendo. El cine terminó con tantas muestras de talento improvisado por necesidad, con tanto humor surgido para sobrellevar la miseria cotidiana. Pero, por otra parte, sus películas nos han permitido ser testigos de una forma de entender el espectáculo de la que cada vez vamos estando más alejados, y que de otra manera hubiera desaparecido sin dejar rastro. Volvamos a ¡Harpo habla! porque la segunda grabación de la voz del actor es una fragmento de una anécdota que se narra en el libro sobre sus comienzos artísticos, concretamente, su etapa de pianista en el burdel La posada de la alegría, regentado por la poco recomendable madame Schang. 



“Una noche estaba tocando y me sentí enfermo, prácticamente me caí del taburete. Se me  acercó [Madame Schang] y me dijo: sigue tocan, ya tenemos dos clientes. Así que me volvía a caer del taburete. “¿Qué demonios le pasa?”, le preguntó a una de las chicas. “Bueno, debe de estar enfermo”. Así que mandaron a buscar a un médico, el médico me examinó y dijo: Sarampión. Y entonces ella gritó: “Fuera de aquí, no quiero un judío enfermo en esta casa”

 ¿Cuál es el origen de este fragmento de narración? Algunos creen que se trata de una prueba grabada durante la preparación de sus memorias. ¿Es posible que en alguna parte se encuentre una bobina completa con la vida de Harpo contada por él mismo? Probablemente no. Para entonces, Harpo ya se había desembarazado de su alter ego con peluca y se había refugiado en la tranquilidad de hogar. Murió unos pocos años después, en 1964, a la edad de 75.

“Si habéis visto alguna vez una película de los hermanos Marx, ya sabéis la diferencia entre Él y yo.
Cuando persigue a una chica por toda la pantalla, es Él. Cuando se pone a tocar el arpa, soy yo. En cuanto toco las cuerdas del arpa, dejo de ser un actor."