miércoles, 24 de julio de 2013

Mitomania: Almuerzos con Orson. Las conversaciones de sobremesa entre Orson Welles y Henry Jaglom.




Es el año 1983 y dos cineastas comparten mesa y mantel. Uno de ellos es Orson Welles, que por entonces representaba el papel de anciano amargado, un hombre que  solamente conseguía despertar interés hablando de unos viejos tiempos muy, muy lejanos. Su salud declinaba y su carrera, por entonces, se había desvanecido. Si toda su obra se había desarrollado en la frontera entre el genio y el charlatán, ahora, tras perder la esperanza de volver a rodar, Welles parecía haberse decantado por el papel de charlatán. Su compañero de mesa es Henry Jaglom, un cineasta auténticamente independiente, en el sentido de conseguir mantener una carrera durante cuarenta años sin tener ninguna repercusión comercial ni ningún prestigio crítico. En todo caso en 1983 no podía considerársele ni por asomo una promesa. ¿De que hablan el viejo maestro y el (no demasiado) joven aspirante? De los viejos tiempos de Hollywood, por supuesto. Pero también de teorías de la conspiración, los modales de los gangsters y los cuellos cortos de los bosnios. Durante mucho tiempo, corría la leyenda de que existían grabaciones de esas sobremesas. Ahora, las conversaciones han salido a la luz. Peter Biskind, el autor de Moteros Tranquilos, Toros Salvajes, las ha editado en el libro My Lunches With Orson: Conversations Between Henry Jaglom and Orson Welles, publicado por Metropolitan el mes pasado en Estados Unidos. A continuación traducimos un extracto que se facilitó como avance.

Orson Welles: muy bien, ¿Qué vamos a comer?


Henry Jaglom: Yo voy aprobar la ensalada de pollo.


OW: No, ni hablar. No te va a gustar con todas esas alcaparras.


HJ: Voy a pedirles que les quiten las alcaparras


OW: Están tan ocupados que sería un gran día para devolver un plato a la cocina.


Llega el camarero 


Camarero: ¿Quiere la ensalada con uvas y naranja?


OW: Eso es una idea terrible. Horrorosa, típicamente alemana.


HJ: Han arruinado la ensalada de pollo cuando empezaron a usar esa mostaza. Es otra ensalada de pollo.


OW: Tienen un nuevo chef


Camarero: ¿Asado de cerdo?


OW: Oh, por dios, ¿Asado de cerdo, con este calor? No puedo comer cerdo. Pero lo voy a pedir, solo para oler el cerdo.


(…)


Entra el agente Swifty Lazar


Swifty Lazar: Solamente quería saludar.


OW: Tienes un aspecto fantástico


SL: Me encuentro bien. Orson, cuídate.


OW: Que pasa, ¿crees que tengo mal aspecto?


SL: No, tienes un aspecto genial.


Lazar se va.


OW:
No me gusta que la gente diga “Cuidate”. No ha cambiado en treinta años. Vive en un hotel. Pide montones de toallas, y cuando va del baño a su cama despliega un sendero de toallas.


HJ:
¿Está tan loco por lo de los gérmenes?


OW:
Lo he visto, con mis propios ojos.


HJ:¿Qué cree que le a coger por los pies?
.
OW: Parásitos. En el Ritz, ¿Sabes? Manías.


HJ: Por cierto, estaba leyendo el libro de Garson Kanin sobre Tracy y Hepburn


OW:
¡Muchacho! Estaba sentado en maquillaje cuando Kane y ella se sentaba junto a mi, maquillándose para Doble Sacrificio. Y ella describía como se la follaba Howard Hughes, usando todas las palabras de cuatro letras. La mayoría de la gente no hablaba así entonces. Excepto Carole Lombard. Le salía natural. No podía hablar de otra forma. Con Katie, sin embargo, como hablaba con ese acento de clase alta, de escuela de señoritas,  te daba la sensación de que había tomado la decisión de hablar de esa forma. Grace Kelly también se acostaba por ahí, en el camerino cuando no miraba nadie, pero nunca decía nada. Katie era diferente. Era una mujer libre cuando era joven. Muy parecida a cómo son las chicas ahora. Nunca fui fan de Tracy.


HJ:
¿No le encontrabas tremendamente encantador?


OW:
No, nada de encanto. Para mi, era simplemente un hombre realmente odioso. Creo que a Katie simplemente no le caigo bien,  no le gusta mi aspecto. ¿No crees que existe algo que se podría llamar disgusto físico? Los europeos lo saben respecto a otros europeos. Si no te gusta el aspecto de  alguien, no te cae bien.  Creo que no es cierto que todas las naciones y todas las razas sean lo mismo. Estoy profundamente convencido de que eso es una completa mentira. Creo que la gente es diferente. La gente de Cerdeña, por ejemplo, tiene los dedos regordetes. Los bosnios tienen cuellos cortos.


HJ: Orson, eso es ridículo.


OW:
¡Midelos, midelos! No podía soportar mirar a Bette Davis, así que no quería verla actuar. Odio a Woody Allen físicamente, me disgusta esa clase de hombre.


HJ: Nunca he entendido por qué ¿Lo has conocido?


OW: Ah, si. Casi no soporto hablar con él. Tiene la enfermedad de Chaplin. Esa combinación particular de arrogancia y timidez me pone de los nervios.


HJ: No es arrogante, es tímido.


OW: Es arrogante. Como todas las personas con personalidades tímidas, su arrogancia no tiene límite. Cualquiera que habla con calma y se empequeñece cuando está acompañado es increíblemente arrogante. Hace de tímido, pero no lo es. Se odia a si mismo, y se ama a sí mismo, una situación muy tensa. Somos las personas como yo las que tenemos que comportarnos y fingir modestia. Para mi, es la cosa más vergonzosa del mundo, un hombre que se presenta a sí mismo como lo peor para conseguir que la gente se ría, para liberarse de sus inhibiciones. Todo lo que hace en la pantalla es terapéutico.


(…)


HJ: Warren Beatty acaba de decir que la Tv ha cambiado las películas, porque cuando estás en un cine, te implicas en lo que ves, te guste o no. Quieres ver lo que han hecho, mientras que en la TV…


OW: Para mi es lo contrario. Es una cuestión de edad. En los días en que iba al cine, que fue en los años treinta, no se hacía cola. Bajabas por la calle y te metías en el cine a cualquier hora del día o de la noche. Como si fueras a tomar algo en un bar. Cada cine estaba parcialmente vacío. Nunca preguntábamos cuando había empezado la película. Solíamos ir después de haber ido al teatro.


HJ: ¿No sentías que tenías que ver una película desde el principio?


OW: No. Nos íbamos cuando nos dábamos cuenta “aquí es dónde entramos”. Todo el mundo decía que le encantaban las películas por esa razón. No costaban mucho, así que si no te gustaba una, decías “Hagamos otra cosa. Vayamos a otro cine” Y eso era tan habitual que salir de una película era para la gente lo que hoy es apagar la televisión.


HJ:
¿Eran las cosas realmente mejores en los viejos tiempos?


OW: Es terrible que la gente vieja diga eso, porque siempre dicen que las cosas eran mejores, pero realmente lo eran. Lo que era tan bueno era simplemente la cantidad de películas que se hacían. Si tuera Darryl Zanuck, y estabas produciendo 80 películas bajo tu directa supervisión, ¿Cuánta atención podías poner en cada una?  Alguien iba a colar algo que fuese bueno.


Me llevé bien incluso con los peores de los viejos magnates. Eran ,más fáciles de tratar que esta gente de educación universitaria y pendiente del mercado. No sufrí realmente con los “viejos chicos malos”, solamente sufrí con los abogados y los agentes. ¿No fue Norman Mailer quien dijo que la nueva forma de arte de Hollywood es el trato? Todas las energías se consumen en hacer un trato. En cuarenta y cinco años que llevo haciendo negocios con agentes, como actor y como director. Como productor, sentado en el otro lado del escritorio, nunca me he encontrado con un agente que se pelease por su cliente. Nunca he oído a uno d e ellos decir: “Espera un minuto, este es el actor que deberías contratar”. Siempre dicen: “¿No te gusta? Tengo a otro” No tienen entrañas.


HJ: En los viejos días, todos esos tratos se hacían con un apretón de manos. Sin contrato. Y todos se honraban.


OW: Al igual que otras culturas protestantes o judías, América de desarrolló bajo la idea de que tu palabra te vincula. De otra manera, no podría haber abierto la frontera, porque era un territorio sin ley. La palabra de un hombre tenía que significar algo. Mi teoría es que todo eso se fue al infierno con la Prohibición, porque era una ley que nadie podía cumplir. Así que todo el concepto del imperio de la ley se corrompió en ese momento. Entonces llegó Vietnam, y la marihuana, que no debería ser ilegal, pero lo es. Si vas a la cárcel diez años en Texas  por encender un porro ¿Qué eres? Un fuera de la ley. Es como la Prohibición. Cuando la gente acepta que romper la ley es normal, algo le ocurre a la sociedad en conjunto ¿Lo ves así?


Richar Burton se acerca a la mesa


Richard Burton: Orson, me alegro de verte. Hace mucho tiempo. Tienes buen aspecto. Elizabeth está conmigo,  tiene muchas ganas de conocerte. ¿Puedo decirle que se acerque a la mesa?


OW:
No. Como puedes ver, estoy a mitad de mi almuerzo. Me acercaré cuando termine.


Burton se marcha.


HJ:
Orson, te estas comportando como un gilipollas. Eso ha sido muy maleducado.


OW:
No me des patadas por debajo de la mesa. Lo odio. No te necesito como mi conciencia, mi Pepito Grillo judío. Especialmente no me des patadas en las botas. Sabes que me protegen los tobillos. Richard Burton tenía un gran talento. Ha arruinado sus grandes dones. Se ha convertido en un chiste casado con una famosa. Ahora solo trabaja por dinero, hace la peor mierda. Y no fui maleducado. Para citar a Carl Laemmle “Le di una respuesta evasiva, le dije Que te jodan”


HJ: Así que dices que él es un vendido y tú no…


OW:
En su tiempo, Sam Goldwyn estaba considerado un productor con clase porque nunca hizo deliberadamente nada que no llegase a su idea de la mejor calidad. Yo lo respetaba por eso. Era un comerciante honesto. Podía hacer una mala película, pero él no sabía que era una mala película. Y era gracioso. De hecho, una vez me dijo, con esa voz suya tan aguda “Orson, por ti escribiría un chaqué en blanco”. Decía: “Con Warner Brothers, un compromiso verbal no vale ni el papel en que está escrito”


Gregg Toland, que rodó muchas películas con Goldwyn me dijo que en Rusia, si no veías resplandecer el rostro de cada actor, tenían que volver y rehacerlo. Sam era así. Dondequiera que no hubiese una luz brillante en el rostro de la estrella durante treinta segundos,  se volvía loco: “Estoy pagando por esa cara. ¡Quiero ver al actor!” Planos largos, vale, pero nada de sombras.


HJ: ¿Alguien más te ofreció películas además de Goldwyn?


OW: ¡Mayer me ofreció su estudio! Estaba locamente enamorado de mi, porque no tenía nada que ver con él, ¿Sabes? Se me acercó dos veces, se pasaba todo el día adulándome. Me llamaba “Orse”. Cuando me hacía llamar, rompía a llorar, y una vez se desmayó. Para salirse con la suya. Era falso, por completo. El trato era: yo tendría el estudio, pero tendría que dejar de actuar, dirigir, escribir, es decir, de hacer películas. Pero Mayer era muy correcto, sociable, agitaba la bandera americana, hacía tratos con la Banda Púrpura…


HJ: ¿La banda púrpura de Detroit?


OW:
Antes de los sindicatos, todo era la mafia. Pero nadie lo llamaba todavía la mafia, era solo La Banda.


HJ: ¿Conociste a alguno de ellos? ¿Meyer Lansky?


OW: Muy bien. El era probablemente el gánster número 1 de América. Los conocía a todos. Tenías que hacerlo. Si vivías, como yo, en Broadway en esa época, si vivías en nightclubs, no podías no conocerlos. Me gustaba follarme a las coristas, y me gustaba conocer a todo tipo de gente que me encontraba, y me gustaba quedarme hasta las cinco de la mañana, y ellos solían venir a los nightclubs. Venían y se sentaban a tu mesa.


HJ: ¿Qué opinas de lo que hizo Lee Strasberg con Hyman Roth en El Padrino II?


OW:
Mucho mejor que el original. Meyer Lanski era un tipo aburrido. Hyman Roth es quien debería haber sido. Todos deberían haber sido así, y ninguno de ellos lo fue. El Padrino fue la glorificación de un grupo de capullos que nunca existió. Los mejores de ellos eran la clase de persona de la que esperarías que condujese un camión de reparto de cerveza. No tenían clase. El gangster con clase fue una invención de Hollywood. Pero Thalberg fue el mayor villano de la historia de Hollywood. Antes de él, un productor hacía la menor contribución, por necesidad. El productor no dirigía, no escribía, no actuaba, así que lo único que podía hacer era a) liar las cosas, cosa que no hacía muy a menudo o b) guiar el proceso suavemente. Apoyarlo. Los productores solo se acercaban al set para ver si cumplías con el presupuesto y no le prendías fuego al decorado.


HJ:
¿No interferían con los directores los otros jefes de estudio?


OW:
Ninguno de los viejos jefazos hizo tanto daño. Pero una vez que tenías al productor educado, tenía un despacho, tenía que tener una función, tenía que hacer algo. No dirigía el estudio ni contaba el dinero, así que tenía que ser creativo. Ese fue Thalberg. El director se convirtió en un tipo cuya única función era decir “Acción” y “Corten” De repente eras “solo” un director en una “Producción Thalberg” Se había creado un puesto, en el mundo. De la misma manera en que antes no había directores de sinfonías.


HJ:
F. Scott Fitzgerald debió quedar impresionado con él para convertirle en el modelo de El último magnate.


OW: Los escritores siempre se tragaban su numerito. Los escritores son tan inseguros que cuando él decía “Yo no escribo, pero te voy  a decir lo que le falla a esto” simplemente se ponían de rodillas. Por cierto, se escribían mejores guiones en conjunto – esto es una generalización, pero es mi opinión- incluso cuando los escritores consideraban que se rebajaban por acudir aquí. Faulkner y todo el mundo. “Vamos allá para sacar dinero” Aun así, hacían un trabajo honesto por ese dinero, porque, en vez de volver a su casita en las colinas de Hollywood a escribir sus guiones, tenían que comer todos juntos cada día en la cantina del estudio, lo que creaba una situación competitiva.


HJ:
Pero Thalberg también era creativo, al menos desde el punto de vista de Fitzgerald.


OW: Bueno, esa es mi definición de villano. Él obviamente tenía este poder. Convenció a Meyer de que, sin él, sus películas no tendrían ninguna clase. ¿Recuerdas la cita de Meyer? Todos los otros magantes eran “sucios rateros haciendo películas de a centavo”  A mi me lo solía decir todo el tiempo.


HJ: Cuando Mayer te conoció, eras muy joven, atractivo, magnético.


OW: Esa es la razón por la que yo le encantaba. Pensaba que yo era otro Thalberg.


HJ: ¿Sabían algo en Francia acerca de Ciudadano Kane?


OW: Pensé que había sido un gran éxito en París. Cuando llegué allí, encontré que no era así. No sabían quien era yo. Lo primero que habían oído fue el violento ataque de Jean Paul Sartre. Escribió un artículo largo. 40.000 palabras, o así.


HJ: Bueno, quizá le ofendió políticamente de algún modo.


OW: No, yo creo que fue porque Kane es una comedia.


HJ:
¿Lo es?


OW: Claro, en el sentido clásico de la palabra. No una comedia de caerse de lado riendo, sino una en que los condicionamientos trágicos están parodiados.


HJ:
Nunca pensé en Kane como una comedia. Es profundamente conmovedora.


OW: Es conmovedora, pero las comedias también pueden ser conmovedoras. Hay un ligero camp en todo el gran asunto de Xanadu. Y Sartre, que no tenía sentido del humor, no podía reaccionar a ello.


Camarero: ¿Saben ya que van a tomar de postre?


OW: No nos traigas un postre durante los próximos dos minutos. Pero a mi me gustaría un café expresso.


Camarero:
Décaféiné?


OW.: Oui, décaféiné—oui.


El camarero se va


HJ:
¿No fue Norma Shearer, la viuda  de Thalberg, quien murió en aquel accidente de avión?


OW:
No, no, ella no murió en un avión. Esa es otra cosa sorprendente. Después de que muriera Thalberg, Norma Shearer, (una de las damas con el talento más mínimo que hayan salido nunca en una pantalla, y que físicamente no era nada, con un ojo bizco) se convirtió en la reina de Hollywood. Todo el mundo solía decir: “llega la señora Thalberg” o “Llega la señorita Shearer” como si estuvieran hablando de Sarah Bernhardt


HJ:
O María Antonieta.


OW:
Estabas en pensando en ..como se llama, la buena…


HJ: La novia de Gable… Carole Lombard


OW:
Su mujer. Yo la adoraba. Era íntima amiga mía. Y no quiero implicar que fuéramos amantes, ¿Tu sabes por qué se cayó su avión?


HJ: ¿Por qué?


OW: Estaba lleno de físicos americanos de alto nivel, y lo derribaron los Nazis. Ella era una de las únicas civiles en el avión. El avión quedó repleto de agujeros de bala.


HJ: ¿Quién lo derribó?


OW:
Agentes Nazis en américa. Es una historia de suspense auténtica.


HJ: Eso es poco creíble.


OW:
La gente que lo sabe, lo sabe. Fue ocultado oficialmente. La historia oficial es que se estrelló contra una montaña.


HJ:
¿Los agentes tenían armas antiaéreas?


OW: No. En esos días, los aviones no podían volar tan alto. Solamente raspaban las montañas. Los malos sabían exactamente la ruta del avión. Se colocaron en un risco, que era el punto más alto para el avión. Una persona podía derribar un avión, y si tenías cinco o seis no podían fallar. Ahora, no puedo jurar que sea verdad. Me lo ha contado gente que jura que es verdad, a quienes creo. Pero eso es lo más cerca que puedes llegar, sin tener permisos de seguridad.


Nadie quería admitir que había gente en medio de América que podía derribar un avión para los Nazis. Porque todo el mundo comenzaría a denunciar a cualquiera que tuviese una abuela alemana. Lo que preocupaba a Roosevelt. La primera guerra mundial había ocurrido solamente 22 años antes. Había visto los disturbios contra los alemanes. Y estaba ansioso porque nada de eso se repitiese. Estaba realmente asustado con lo que les ocurriría a los japoneses si todos los paletos empezaban.


HJ: ¿Así que su idea era protegerles? ¿Para eso los encerró en campos?


OW: Si


HJ: ¿Conocías a Roosevelt, no?


OW: Si, yo hacía que se quedase levantado hasta tarde. Le gustaba quedarse y hablar, ¿sabes? Era libre conmigo. Yo no necesitaba ser manipulado. No necesitaba mi voto. Solía decir: Tu y yo somos los dos mejores actores de América.