viernes, 24 de octubre de 2014

Relatos Salvajes

DIR: DAMIÁN SZIFRON
INT: RICARDO DARÍN, LEONARDO SBARAGLIA, ÉRICA RIVAS.
ARGENTINA, 2014, 122'







Cualquier momento es bueno para luchar por la supervivencia en Relatos Salvajes, la tercera película del argentino Damian Szifron. La cinta es una colección de cortometrajes en las que los personajes se comportan como animales fuertemente territoriales, capaces de casi cualquier cosa por defender su espacio. En todos ellos, una situación inicial de enfrentamiento y agravio desencadena un crescendo de acciones imprevisibles, violentas y cómicas, en las que la destrucción mutua parece estar garantizada. Comienza con un breve prólogo absurdamente brillante en el que todos los pasajeros de un vuelo comercial descubren que conocen de algo al mismo individuo, un músico frustrado llamado Pasternak.

El segundo fragmento, “Las ratas”, nos presenta a la cocinera de un restaurante de carretera generosa con el matarratas, sobre todo cuando acude cierto tipo de clientela. En “El más fuerte” un pique automovilístico en una carretera solitaria da lugar a una escalada armamentística en la que el balance de poder oscila de maneras imprevisibles. “Bombita” es Ricardo Darín, un ingeniero especialista en demoliciones que se toma quizá demasiado a pecho sus reclamaciones sobre una  multa que considera injusta. “La propuesta” gira acerca del estúpido hijo de un industrial que arrolla con el BMW de papá a una mujer embarazada, obligando a su padre a efectuar un contundente desembolso para conseguir que el jardinero se responsabilice de los hechos. La negociación de los términos del acuerdo toma un par de desvíos absurdos. “Hasta que la muerte nos separe” se desarrolla en un banquete nupcial de alto copete dónde la novia descubre que su flamante marido le ha estado poniendo los cuernos con una de las invitadas. Como es de esperar, se lo toma bastante a la tremenda. 



 

Szifron no escatima la sangre ni otras excreciones: el tono general es grotesco, y el combustible es la rabia. Cada episodio es una pequeña comedia de acción con abundancia de sudor, gasolina y explosivos; sus personajes se ven sacudidos por un furor justiciero y se imaginan participando en algún tipo de lucha de clases, aun cuando la ira aparte de su campo de visión todo lo que no tiene que ver con sus circunstancias personales. El humor pretende ser brutal y catárquico, la risa como liberación de impulsos violentos reprimidos con mayor o menor esfuerzo.

  Szifron, un veterano de la televisión argentina, es el responsable de dos de las series de más éxito de la historia del país: las muy exportadas Los simuladores y Hermanos y detectives. Su rasgo más destacable en esta película es la concisión narrativa: a pesar de que el planteamiento es propicio para el exceso, el realizador no alarga demasiado ninguna de las situaciones, de manera que no llegan a perder la frescura inicial. La calidad individual de los relatos es desigual, algo frecuente en los largometrajes de episodios. Lo cierto es que el episodio introductorio (que transcurre por completo antes de los créditos iniciales) es el mejor del conjunto, aunque por su brevedad y por su tono ciertamente absurdo se aparta en cierta medida del resto. Del resto, podemos destacar el incidente automovilístico protagonizado por Leonardo Sbaraglia como una versión desenfrenada de los conflictos desencadenados por la testosterona liberada al volante; o el último episodio protagonizado por la novia vengadora, destacable porque Érica Rivas hace avanzar la acción oscilando entre la felicidad, la vulnerabilidad, la rabia y la agresividad descontrolada; también porque Szifron termina cerrando el círculo para sugerir que la liberación de los impulsos animales puede suponer algo positivo, quizá un nuevo comienzo.