martes, 18 de noviembre de 2014

Cortometraje: Soigneur (Erik van der Linden, 2013, 17’)

    El ciclismo siempre ha sido el deporte de la épica, una condición que no solamente relacionamos con los grandes campeones y las cumbres legendarias. También participan de ella los gregarios del pelotón y sus esfuerzos no menos sobrehumanos, a veces simplemente para llegar a la meta. Bueno, quizá todo eso se percibía más claramente antes de que el deporte de la bicicleta se convirtiese en un ejercicio de química aplicada. Aún así, la emoción que provoca este deporte proviene de la contemplación del esfuerzo y de la capacidad de resistencia  necesarios para aguantar sobre la bicicleta durante cientos de kilómetros, algo que percibirán especialmente quienes hayan vivido ese esfuerzo en sus propias carnes.

    Eso es lo que le ocurre al protagonista de este cortometraje holandés, la antigua promesa del ciclismo Simon van Beneden. Veinte años atrás, un espeluznante accidente en una carrera juvenil le apartó por completo de la bicicleta. Ahora, para reconciliarse con su pasado y volver a sentir algo de la épica de su deporte, van Beneden vuelve al escenario de la tragedia, el macizo de Los Vosgos, unas montañas situadas en el noroeste de Francia. Pero esta vez sus objetivos son más modestos: acompañará a unos amigos en una expedición ciclista ejerciendo de soigneur. El soigneur es el clásico factótum de los antiguos equipos ciclistas que, antes de la especialización y profesionalización de este deporte, ejercía al mismo tiempo de masajista, psicólogo, estratega, nutricionista y confidente. 

    Soigneur no es un cortometraje que destaque por su sofisticación cinematográfica: se adhiere al modelo del falso documental y su principal recurso narrativo es la voz en off. Su principal atractivo es la creación de un personaje como Simon van Beneden, un ser contradictorio que intenta comprender la magnitud de su derrota y la irracionalidad del destino. Es una criatura épica y ridícula al mismo tiempo, un ser que confunde unas vacaciones con una expedición, y que comprende su propia insignificancia al compararse a las mismas montañas  a las que se enfrenta. Aún así, conserva algo de grandeza, quizá porque sus esfuerzos se dirigen a encontrar el sentido de la existencia en la actividad que ama, el ciclismo, a pesar de que solamente puede contemplarla desde los márgenes.