domingo, 9 de agosto de 2015

Del revés


T.O: INSIDE OUT
DIR: PETE DOCTER, RONALDO DEL CARMEN
ANIMACIÓN, EEUU, 2015, 96'

Después de unas cuantas secuelas y de algunas otras películas que no estaban a la altura a la que nos había acostumbrado la productora, necesitábamos que Pixar volviera a sorprendernos con una película original y audaz. Pues bien, aquí la tenemos. Del revés viene firmada por Pete Docter  (junto a Ronaldo Del Carmen), el responsable de algunos de los mejores títulos de la compañía, entre ellos Monstruos S.A. y Up. Su audacia aparece en la propia premisa: los seres que protagonizan la película son las emociones de una niña de doce años, que Docter y compañía imaginan como criaturas antropomórficas encargadas de dirigir desde una torre de control la consciencia de su anfitriona. La niña, Riley, está pasando un momento desconcertante y confuso: sus padres se mudan desde Minessotta hasta San Francisco y ella se ve obligada a dejar atrás sus amigas y su equipo de hockey. Sobre ese malestar planea, por supuesto, la sospecha de que la infancia está llegando a su fin y una nueva etapa de la existencia aparece en el horizonte, inquietante y desconocida. 

Alegría, en su puesto de mando

Sin embargo, la verdadera protagonista de la película no es Riley, sino Alegría, una especie de hada pizpireta que recuerda a la campanilla de Disney y que controla el puesto de mando emocional de la pequeña. Su equipo está formado por Tristeza, una criatura azulada, rechoncha y con tendencia a la amargura, acompañada de un trío de secundarios cómicos llamados Ira, Asco y Miedo. Alegría mantiene a raya a toda esta banda en su misión de conducir a Riley hacia una existencia feliz, pero debido a las nuevas circunstancias, se verá apartada accidentalmente del puesto de mando y tendrá que atravesar junto a Tristeza el  intrincado laberinto de la psique de la niña, provocando una etapa de atonía y desconcierto emocional en la vida de la pequeña. El viaje de Alegría y Tristeza por las profundidades de la mente permite mostrar la exuberancia imaginativa y la maestría técnica que esperamos de Pixar: hay laberintos formados por memorias, trenes del pensamiento cargados de hechos y opiniones (que tienen cierta tendencia a confundirse entre si), recintos que almacenan las pesadillas más estrafalarias, estudios de rodaje donde se elaboran los sueños. Ya se ha hablado ampliamente acerca de la excelencia técnica de la compañía y de los guiones cuidadosamente elaborados de sus películas, así que no vamos a insistir más en esos aspectos. Porque Del revés, desde su propio planteamiento, hace que nos preguntemos si los cineastas quieren que tomemos en serio sus propuestas acerca de la mente humana. ¿Pretende Pixar hacer una propuesta sólida en el campo de la investigación psicológica, además de un entretenimiento divertido y original?




El funcionamiento de la mente humana según Pixar

Que la protagonista sea Alegría parece algo lógico, tratándose de una película Disney. Al fin y al cabo, todo el mundo quiere ser feliz, así que, puestos a tener unas cuantas figuras de colores rondando por nuestra cabeza, lo mejor sería que esta criatura inquieta y alegremente revoltosa fuese quien estuviese al mando. Hasta aquí, todo esto podría derivar una edulcorada defensa del entusiasmo y el optimismo como único estado vital recomendable, pero lo cierto es que la película resulta mucho más matizada y propone una visión más compleja de las emociones  humanas. No hay más que fijarse en esas divertidas escenas en las que se nos muestran las torres de control del padre y de la madre de Riley. En la mente de la madre, es la tristeza la que lleva las riendas de la situación, sin que se trate de un personaje especialmente deprimido ni amargado. En el caso del padre, se trata de  la ira, algo que resulta sorprendente tratándose de un tipo bastante apocado que tiende a no enterarse demasiado de las cosas.


Tristeza será la inesperada compañera de aventuras de Alegría
Del revés nos propone unas emociones que trabajan en equipo, de maneras no siempre armoniosas. Cada una de ellas tiene una función necesaria: el asco evita envenenamientos (físicos y sociales), el miedo nos hace conscientes de los peligros potenciales, la ira nos hace sensibles a las posibles injusticias. Este utilitarismo emocional podría dar lugar a una visión rígida y mecanicista de la mente (una visión que no estaría demasiado alejada de las corrientes psicológicas actualmente adoptadas en muchas universidades norteamericanas), pero los cineastas esquivan ese planteamiento otorgando a sus criaturas una personalidad más elástica que la de sus anfitriones humanos. Alegría, por ejemplo, es capaz de experimentar y manifestar miedo, ira, tristeza, asco… en diferentes momentos y circunstancias. ¿Tiene ella también una torre de control en el interior de su mente en la que cinco figuras se mueven de manera frenética? 

Por cierto, en contraste con toda la exuberancia de su paisaje mental, la propia Riley resulta un personaje bastante anodino. Está escasamente dotada de expresividad, algo que resulta aún más llamativo si la comparamos con las vistosas criaturas que pueblan su cabeza. Cada uno de sus gestos se nos muestra como una respuesta directa a las acciones de los habitantes de su mente: Riley es una marioneta a la que le vemos los hilos. Su peripecia, además, tampoco es demasiado excepcional: la niña añora su antiguo hogar, pasea alicaída por San Francisco, pone morritos a sus padres, se encierra en si misma ante el malestar. Si la película consistiera únicamente en sus aventuras, sería algo parecido a uno de esos dramas protagonizados por personajes emocionalmente opacos que suelen dirigir los hermanos Dardenne, si los hermanos Dardenne se ocuparan de los problemas de los vástagos de la clase media-alta.


Mientras tanto, en el mundo exterior...
Uno de los aspectos que más está llamando la atención de esta película es el protagonismo de la Tristeza, una criatura patosa y azulona a la que los cineastas conceden el estatus de coprotagonista. Cierto, Docter y sus colaboradores parecen sinceros cuando tratan de convencernos de su importancia para el balance general de las emociones, el problema es que no tienen demasiado claro cómo hacerlo. Lo mejor que se les ocurre es sugerir que su papel consiste en facilitar el chantaje emocional, o, dicho de una manera menos cruda, generar empatía mediante el método de dar pena. Una estrategia que a los cineastas, desde luego, les resulta muy familiar, como nos muestra el momento dramático al final del segundo acto tan habitual de las películas de Pixar (que en esta ocasión resulta especialmente devastador). El problema de fondo es la idea subyacente de que toda emoción debe tener una utilidad, una función.  La tristeza, en su estado más puro, es una anomalía, algo completamente fuera de lugar en este universo calculado para amplificar el efecto de las emociones más positivas. Pero no hay sitio en la mente de Riley para las emocione puras, las que no tienen ninguna justificación utilitaria ni razonable. Nada de esto, por supuesto, impide disfrutar del espectáculo. En realidad, las contradicciones del planteamiento convierten a Del revés en una película mucho mas interesante de lo que podría haber sido. Son una prueba de la ambición de Pixar a la hora de crear espectáculos que entusiasmen al público infantil y estimulen la imaginación de los espectadores adultos, una ambición que pocas compañías de Hollywood comparten.